René Arturo Villegas Lara
No sé si es así en todos los rincones del suelo de Guatemala; pero, lo que sí sé, es que en muchos pueblos existía, porque creo que ya no existe, la celebración del “Día de San Juan”, que es el 24 de junio, con excursiones muy de mañana a las pozas cristalinas de los ríos de antaño. Y es que la admonición era muy clara: “Quien no se bañe el Día de San Juan, seguro que lo caga un zope”. Por eso en Pueblo Nuevo Viña, Santa Rosa, se cantaba o recitaba un estribillo que decía:
“No salgan señores que volando van
muchos zopilotes, ya que hoy es el mero
día, el mero día de San Juan.
Y hasta en México, Antonio Aguilar canta un corrido que principia diciendo: “Un 24 de junio, el mero Día de San Juan, un baile se celebraba en ese pueblo de Estlán…”.
Mi tío, Herlindo Villegas Orantes, que tenía genio para contar historias de la provincia, dice que en Guazacapán, viejos y jóvenes de los años 30 del siglo pasado, muy temprano se iban en nutridas caravanas y se hacían presentes en el río Uzarín; y allí, entre xincas y ladinos, hombres mujeres y niños, armaban una gran algarabía quitándose la mugre con pashte y jabón de coche, para después caminar por las calles, callejones y potreros sin correr el riesgo de que un “limpiamundo” les blanqueara la cabeza. Por supuesto que la fiesta se acompañaba con pan de elote, café, chocolate de Mixco y trago clandestino para los mayores de edad, al sonsonete de una marimba sencilla que tocaba sin parar, asistida de saxofones, violines, guitarras y mandolinas, pues Guazacapán era, y aún es, un pueblo de músicos, como Ixhuatán o San Raymundo Sacatepéquez. En Ixhuatán dicen que hay una Tambora al mejor estilo de Zacatecas. Y Chiquimulilla no se quedaba atrás en celebrar el mero Día de San Juan: en la Poza de Candeleros, en la Poza de la Chorrera, en la Poza del Burro, en la Pila de Santa Catarina o en los chorros de Uchapí, se reunían los vecinos del barrio que estuviese cercano y, además de bañarse en las frías aguas de la madrugada, reventaban cohetes de vara, bailaban con marimba, bebían trago sellado, comían pan de elote horneado la noche anterior, sin faltar el pocillo con café endulzado con rapadura. En la última reunión de maestros normalistas que nos graduamos en 1957 en la Gloriosa Escuela Normal, en la acogedora residencia de Guillermo Salazar, en la Antigua Guatemala, como había compañeros de diversos pueblos, cada uno contó historias casi parecidas sobre la celebración del Día de San Juan; y a pesar de algunos matices diferentes en cada lugar, todos coincidimos en que si uno no se baña ese día, defecado le puede sorprender la claridad del día. Sólo que ahora ya no hay ríos limpios y cristalinos para bañarse sin temores y las pozas ya desaparecieron.