Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Desde hace meses una de las obsesiones del Pacto de Corruptos fue la Corte de Constitucionalidad a la que no sólo desobedecieron de manera flagrante, con la complicidad del Ministerio Público que se limitó a vigilar, sino que también trataron de descabezar con procesos espurios iniciados en contra de los tres magistrados que de manera consistente habían votado en contra de las resoluciones del gobierno en términos de aniquilar la lucha contra la corrupción. Pero finalmente dejaron por un lado los ataques porque se dieron cuenta que con la ayuda del MP bastaba con ignorar las resoluciones de la CC y desobedecerlas.
Ahora es el Tribunal Supremo Electoral el que está en la mira porque asumen que una forma de prolongar funciones puede estar en lograr la anulación de las elecciones del pasado domingo en las que se evidenció que ni siquiera invirtiendo a última hora millones para comprar votos pudieron tener un resultado aceptable. Si se anulan las elecciones el país entra en una etapa de rumbo impredecible y eso es lo que en este momento más conviene a quienes el próximo mes de enero tendrían que dejar los cargos que ocupan, tanto en el Ejecutivo como en el Congreso.
La jugada es compleja y difícil de vender en el plano internacional, salvo que se repita lo que ocurrió en Honduras donde la reelección del Presidente se pudo concretar por el beneplácito o bendición del gobierno de Estados Unidos que sigue siendo el gran árbitro en muchas regiones del mundo. Y es en ese contexto que se debe entender la necedad del gobierno de ofrecerse a Donald Trump como Tercer País Seguro, en donde serían recluidos en campos de concentración los migrantes que tratan de buscar refugio en el poderoso imperio del norte.
Existe la creencia de que siendo éste el peor Presidente que ha tenido Guatemala, como le dijo un votante a Morales el día de las elecciones, sus limitaciones resultan demasiado obvias como para que pueda avanzar en temas tan complejos. Sin embargo no hay que olvidar que Morales es quien da la cara, pero atrás de él están varios personajes que lo instrumentalizan y que son quienes diseñaron acciones como el traslado de la Embajada de Guatemala a Jerusalén, para quedar bien con Trump, y el cabildeo con los grupos evangélicos de Estados Unidos que se han convertido en un fuerte soporte del respaldo de la Casa Blanca a las acciones para acabar con la lucha contra la corrupción, vendiendo la idea de que Morales era tan víctima de la CICIG como el mismo Trump lo era del Fiscal Especial Robert Mueller.
No es casualidad, pues, que se disponga poner a Guatemala de alfombra para la administración norteamericana porque saben y entienden que el tema migratorio será el caballito de batalla de la reelección del presidente de Estados Unidos y todo aquello que le pueda ayudar será muy bien recibido, tanto como para ordenar que en nuestro país se haga lo mismo que se hizo con Honduras cuando el Departamento de Estado anunció el respaldo al gobierno tras el fraude electoral.