Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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Cuando leí la noticia de la posibilidad que nuestro país se convirtiera “en un país seguro” o lo que es lo mismo, que de acuerdo a la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados Guatemala podría convertirse en un país en el que podrían venir a gozar personas de diversas nacionalidades de un asilo sin ninguna clase de peligro, me trajo a la memoria el caso de una inolvidable mujer que me brindó su cariño, ternura y atenciones durante mi niñez, por trabajar en mi casa prestando sus servicios domésticos, porque su compañero de hogar, a pesar de ser un buen trabajador, le gustaba la bebida y además de esta irresponsabilidad, un buen día se le apareció con dos niños, de una relación fuera de su matrimonio, para sumarlos a los otros dos propios. Esa situación la llevó a tener que conseguir un empleo dejando encomendadas las cuatro criaturas a su anciana madre.

De ahí que la primera impresión que tuve al enterarme que el gobierno de Jimmy Morales estaba analizando aceptar en Guatemala a migrantes, seguramente fue la misma que el estimado lector haya tenido, pues cabe preguntarse: ¿estamos en la capacidad de poder hacerlo? Para mí, al igual que a usted, vivimos en trapos de cucaracha cuando hablamos de seguridad alimentaria, pues nadie ignora que disputamos con otros países más pobres que el nuestro de los últimos puestos, porque se mueren los niños de hambre y en donde los mismos padres y familiares de la criaturas apenas les alcanza para un plato de frijoles con chile y tortillas una vez al día. ¿Y qué decir de la seguridad ciudadana? ¿Usted y yo no seguimos rezando una y mil veces, al salir de nuestros hogares, para que Dios nos proteja y así podamos regresar a él sanos y salvos?

Algunos comentarios pude leer y escuchar al respecto. Unos, opinan que el asunto es delicado y que no tiene ninguna lógica dadas las situaciones socioeconómicas por las que atraviesa el país. Que no tenemos empleos para los nuestros, mucho menos los tendremos para los migrantes. Otros opinan que requiere un detenido análisis la toma de decisión final, porque si no podemos con nuestra gente cuando regresa a sus hogares ¿entonces qué vamos a hacer con miles de hondureños, salvadoreños o nicaragüenses que vienen incluso en peores condiciones y, en sus respectivos países, los gobiernos han sido o siguen siendo tan malos como el nuestro? Entiendo y comprendo que la presión que mister Trump le está haciendo al gobierno de Guatemala es grande y peor aún, se han de sentir nuestros ministros de Gobernación y de Relaciones Exteriores que, de administración, diplomacia y derecho internacional saben muy poco, como que de cumplir con los deberes y obligaciones que el nombre del despacho a su cargo lleva, están aún en peores condiciones. De ahí que antes de nuestros sentimientos de solidaridad y de todo lo demás ¡debemos ser responsables!

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