Raymond Wennier

raymondwennier@yahoo.com

Estadounidense residente en Guatemala hace 46 años. Maestría en Administración Educativa, Memphis State University, Memphis, TN. Licenciatura en Pedagogía y Administración Educativa, Universidad de San Carlos de Guatemala, Colegiado activo 410. Trabajo: En áreas urbana y rural guatemaltecas. Consultor Educativo. Docencia y Administración Educativa. Publicaciones: Alrededor de 600 artículos sobre temas educativos de 1,980 a la fecha. Autor del libro "Liderazgo, una nueva conceptualización", 1987.

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Raymond J. Wennier
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En la década de 1890, los educadores trataron de identificar las materias y el contenido que formarían la base de un currículum y qué materiales educativos eran necesarios para que los alumnos pudieran progresar dentro y afuera de la escuela. El concepto “afuera” tiene mucho que ver con la preparación para el trabajo, tan enfatizado hoy día.

Específicamente, en 1893, la Asociación Nacional de Educación (en inglés NEA), apoyó al Comité de los Diez, cuyos miembros trataron de determinar qué conocimientos, habilidades y actitudes, eran requisito que todos los alumnos deberían adquirir. El reto fue definir los estándares de rendimiento marcado en el currículum, que los alumnos tenían que lograr. Era imposible determinar el TIEMPO necesario para enseñar las matemáticas y alcanzar los estándares de rendimiento. Actualmente es un reto cubrir todo el contenido estipulado en el currículum. El TIEMPO se ha vuelto uno de los mayores factores en el proceso educativo tanto para la planificación de los maestros y el desarrollo de los temas en aula, como para los alumnos tener tiempo suficiente para profundizar en los temas más importantes del currículum, (“Diseño temático”).

En los años de la década de 1920, Franklin Bobbitt de la Universidad de Chicago dijo: “La educación siempre ha apuntado hacia objetivos, sin embargo, esos usualmente han sido memorias de información que es tan examinable como la información en los libros de texto”. Este punto, 1922, puede ser la base de una discusión actual en relación a la memorización de datos e información y los exámenes estandarizados.

En 1956 Benjamin Bloom escribió su libro “Cognitive Taxonomy of Educational Objectives” y Roberto Mager usó esa taxonomía para diseñar objetivos instruccionales con el propósito de tener una instrucción INDIVIDUALIZADA, hoy llamada “personalizada”.

Mager, 1962, definió el concepto “objetivos de comportamiento” como descripción de un “performance, rendimiento, que quieren que los alumnos sean capaces de demostrar antes de ser considerados COMPETENTES. Un objetivo describe un resultado de la instrucción en vez de enfatizar el PROCESO en sí”. Estos días, hablan de “performance based learning y competency-based learning” y de un PROCESO, más bien que respuesta única, memorizada. Además, habló de objetivos predeterminados en el currículum, que hay que lograr (“one size fits all”). Los alumnos no son todos de un “mismo tamaño”.

En 1967, Elliot Eisner dijo “los resultados de la educación son mucho más numerosos y complejos que lo que los objetivos pueden estipular”. Él expresó que un currículum basado en resultados predeterminados PROHÍBEN el desarrollo de la curiosidad, inventiva y conocimiento interno. LIMITAN la creatividad y el pensamiento crítico en los alumnos. Según Eisner, desde la década de los sesenta, esas son las verdaderas metas de la educación. Indudablemente los términos cambian pero desde hace años, en el siglo antepasado, ya se hablaba de conceptos que hoy día se consideran nuevos. Valorando lo bueno de las ideas de excelentes educadores actuales, creo que hay una tendencia a aceptar que lo nuevo es todo bueno y hemos dejado de aprender de la sabiduría de verdaderos educadores que sentaron las bases de una educación para la vida.

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