Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

Viendo pasar una primera vuelta electoral en mi país; y escuchando las quejas populares, relativas a que todo es más de lo mismo, que no hay opciones, y que como siempre, hubo que votar por el menos peor; no pude dejar de pensar en la naturaleza humana.

Lo mismo que un San Bartolomé; millones de humanos desollados vivos, vamos dejando la piel en el camino, con pedazos quedados en los alambrados, para alimento de los buitres.

De entrada podría decir que somos aguantadores. Recibimos golpes abundantes de toda intensidad y en sucesión continua que llegan de todas partes. Y sin embargo, seguimos. Digamos que somos buenos asimilando.

Si fuéramos boxeadores, el comentarista deportivo, diría algo así como que; el peleador es muy bueno asimilando golpes, ha recibido una cantidad increíble y aun así, no cae al suelo. ¡Qué resistencia!

Al respecto, diré que está bien asimilar, pero que es necesario hacer algunos ajustes para no recibir tanto, apoyados solo en la confianza de que se soporta. Es necesario reaccionar.

Cada reacción, sin importar que tan inapropiada sea; es un intento por defenderse de la situación particular que la provoca. La adaptación es eso, ajuste y acomodación.

Una vez más, si fuéramos boxeadores; un buen entrenador nos diría que aprendiéramos a reaccionar, que usáramos las manos para defendernos. Nos enseñaría a mover la cintura y la cabeza para esquivar los golpes, y a movernos dentro del cuadrilátero.

De acuerdo con este planteamiento, la fortaleza sería una cualidad, pero acomodar sería un talento, y poniendo ambos a valer, veríamos que habría mejores resultados. A la capacidad de resistencia ante la adversidad, sumaríamos la capacidad de construir, a pesar de circunstancias desfavorables.

Es pasar de un procesamiento automático, rápido, inconsciente y de poco esfuerzo y atención; a un procesamiento más autocontrolado, consciente y de intención voluntaria, secuencial, analítica y creativa.

El silogismo es simple: asimilación + acomodación = adaptación.

La asimilación solamente ve cómo se integran las cosas que van llegando. Quise decir, como saturan, sin que ocurra un cambio en la estructura, es decir, sin que haya un cambio en la actitud.

La acomodación se logra, cuando hay una reestructuración o modificación de la estructura y un cambio en la disposición.

La adaptación pasa a ser entonces, el equilibrio dinámico entre ambas. Algo que requiere humildad, y consciencia de que la vida es algo que solo sucede, y que no es posible tener tanto control de ella.

El siguiente paso, lograda ya la adaptación, sería superar el nivel. Según el ejemplo que escogí, que el boxeador deje algún día de pelear. Que se atreva a otras dimensiones de su ser y que regale lo que ha aprendido, encontrando así, una nueva adaptación. A esto voy a llamarle evolución.

Se me ocurre arbitrariamente ponerlo en números. Los primeros treinta años de la vida, son para aprender, los segundos treinta para generar y los terceros treinta para transmitir la experiencia ganada. El milagro del desarrollo y el tránsito por la vida; una verdadera metamorfosis.

Todo el que no evoluciona, es como un esclavo de sí mismo y su naturaleza básica. O como dicen que dijo Séneca alguna vez, cosa que a mí no me consta: “Parte de la curación, es el deseo de ser curado”.

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