Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

post author

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Julio Serrano, más conocido como Don Próspero Ventura en el programa de mi amigo Luis Felipe Valenzuela, A Primera Hora, publicó ayer un tuit que decía: “Si después de las elecciones no logramos sacar a la mayoría de corruptos, tal vez quiere decir que lo que necesitamos es otro pueblo”.

Y traigo a colación su publicación porque no deja de tener razón. Cierto es que el sistema ha resultado ser una camisa de fuerza para impedir que mejor gente participe y ha sido un facilitador para que, por ejemplo, 73 infames diputados busquen su reelección después de que quisieron buscar impunidad pura y dura y todo porque se esconden en unos listados que no permiten elegir a personas de manera directa.

Pero a pesar de que el sistema tiene sus enormes vicios, si el pueblo decidiera no darles sus votos a los líderes de las clicas, estos no podrían reelegirse al Congreso para hacer sus fechorías. Hay quienes dicen que las otras opciones tampoco son buenas o conocidas, pero si los electos resultan peor ya sabíamos que con unos u otros estábamos fritos y al menos nadie podría decir que se tropezó de nuevo y con la misma piedra.

¿Y por qué hago énfasis en el tema del pueblo? Sencillo, porque es momento de aceptar nuestra responsabilidad y asumir una derrota que propiciamos por nuestra incapacidad de ponernos de acuerdo. Hay gente que cree que eso de alcanzar acuerdos es solo de andar en Twitter, WhatsApp o Facebook publicando, cuando la articulación de consensos requiere tiempo, paciencia, reuniones, llamadas, cafés y mucho trabajo.

Solo aquel que ha logrado algo significativo puede entender que la búsqueda de acuerdos mínimos es algo como lo que será para los técnicos del Madrid y el Barsa, porque hay que lidiar con egos, con estigmas, con prejuicios y hasta con los individualismos. Esa es una realidad que si no entendemos, nunca vamos a poder enfrentar.

Hay quienes empiezan a discutir temas de profundidad nacional y al primer desacuerdo, o terminan la conversación o hablan de algo más. Muchas veces esos desacuerdos también vienen de situaciones que derivan del famoso “es que me contaron”, es que leí en X perfil, “dicen tal cosa” y muy poco de situaciones comprobadas o verificadas. Debatimos con mucha “pasión” pero con poco argumento, con poco respaldo y con poca razón.

Hoy, a escasos días de las elecciones, debemos asumir la derrota porque los que defienden el sistema nos llevan a elecciones en sus términos, con las instituciones manoseadas a su favor y buscando la garantía de que nada cambie. Hay un margen de acción a través del voto y por eso, como dice don Próspero, si no logramos quitarnos aunque sea a unos corruptos el gran problema, sin duda, somos nosotros.

Pero como pase lo que pase el 16 de junio el país no acaba ahí, es importante poner las barbas en remojo para dar los pasos correctos. Aquellos que creen que solo si los poderosos, si los cooptadores y los de siempre desean dar el paso, entonces el país cambia, que busquen aliarse a ellos para conseguir sus objetivos.

Pero quien cree y entiende que esto es una cosa de todos, el que sabe que a pesar de los prejuicios hay mucha gente que con un poco de tiempo y mucha razón puede enseñar que se quiere lo mismo aunque no estemos de acuerdo en todo, tiene un enorme trecho y una gigantesca tarea en Guatemala porque solo si alcanzamos algunos mínimos podremos pensar en una reforma integral del Estado.

Al pueblo no lo vamos a poder cambiar, pero nuestra actitud como pueblo sí y de nosotros depende.

Artículo anteriorQuéjese pero vote
Artículo siguienteEl contingente de los indecisos