Dos personas esperan por su café en una tienda automatizada de Seúl. Foto la hora: Lee Jin-man/AP.

Por JUNG YOON KIM
SEÚL
Agencia (AP)

¿Son los meseros automáticos el futuro de la vibrante cultura cafetera de Corea del Sur?

Dal.komm piensa que sí. La empresa tiene 45 locales equipados son servicios automatizados en centros comerciales, cafeterías de empresas, escuelas y un aeropuerto.

El café es uno de numerosos sectores que podrían ser transformados por la automatización en esta nación de pujante tecnología, una noción atractiva en algunos sentidos y preocupante en otros, ya que los trabajos empiezan a escasear.

Restaurantes, tiendas, supermercados, bancos y fábricas son algunos de los sectores que usan cada vez más robots u otras formas de automatización. Pero no sin consecuencias: Muchos coreanos, especialmente los jóvenes, tienen problemas para conseguir trabajo.

En un café de Dal.kom en Seúl, una máquina recibe pedidos a través de una aplicación en un kiosko y luego prepara un café fresco.

Menos de un minuto después, le pasa un código de cuatro dígitos al cliente para que recoja su pedido en determinado sitio. La máquina puede manejar 14 pedidos a la vez. Si la bebida no es recogida en un lapso de 10 minutos, es descartada, pero se puede preparar otra sin costo adicional para el cliente.

“Es divertido y conveniente”, comentó Choi Eun Jin, oficinista de 30 años. “El lugar se llena de oficinistas y de gente del barrio en los almuerzos. Es bueno tener servicios automatizados como estos. Te llevas tu café más rápido”.

El salario mínimo subió un 27.3% en Corea del Sur en los dos últimos años, lo que aumenta los incentivos para tratar de reducir costos apelando a la automatización, de acuerdo con Suh Yong Gu, decano de la Facultad de Administración de la Universidad Sookmyung para Mujeres de Seúl.

El 5 de junio obreros que operan unas 2,500 grúas de gran tamaño se declararon en huelga, en protesta por el creciente uso de grúas pequeñas automáticas en los sitios de construcción. Los sindicatos también han protestado el uso de cajeros automáticos en Emart, la cadena de supermercados más grande de Corea del Sur.

Las autoridades reconsideraron sus planes de automatizar todos los peajes del país luego de una ola de protestas porque se perderían 6,700 puestos de trabajo. Optaron por usar un sistema parcialmente automático, sin despedir al personal que cobra los peajes.

Corea del Sur ha sido uno de los impulsores más entusiastas de la automatización y tenía la mayor densidad de robots industriales del mundo en el 2017,con 710 robots por cada 10,000 obreros industriales, de acuerdo con la Federación Internacional de Robots.

El promedio mundial era de 85 robots por cada 10,000 empleados, según esa organización, una entidad internacional sin fines de lucro que prepara estadísticas sobre la automatización.

A pesar del temor a la pérdida de empleos, los sectores alimenticio y de minoristas están reemplazando cajeros con máquinas. La cadena de comidas Lotteria tiene máquinas en más de 800 de sus 1,350 locales. KFC cuenta con cajeros digitalizados en todos sus comercios.

En el 2017 el mercado de robots de Corea del Sur estaba detrás solo de China, Japón, Estados Unidos y Alemania, que en forma combinada manejan el 70% de la venta de máquinas automatizadas.

A los jóvenes les gusta esta tendencia hacia la automatización.

“Los millennials –nacidos después de 1980– son grandes consumistas. En general no les interesa conocer más gente y ven con buenos ojos la tecnología, que les permite reducir al mínimo el contacto directo con otros”, sostuvo Suh, el decano de una facultad de negocios.

En un local de venta de jeans abierto recientemente en un barrio caro de Seúl, el Hongdae, una pesada puerta de hierro se abre automáticamente cuando un cliente desliza su tarjeta de crédito por una ranura en la entrada.

El negocio funciona las 24 horas del día, los siete días de la semana y permite que los clientes se prueben los pantalones y paguen a través de un sistema digital, sin tener que lidiar con humanos. Pequeños desajustes técnicos, sin embargo, pueden complicar las cosas.

“Puedo mirar todo lo que quiera y probarme pantalones sin que nadie me moleste”, comentó Kim Kun Woo, de 29 años.

De vuelta en Dal.komm, una máquina puede preparar 90 tazas de café por hora y unas 300 tazas en total con una sola carga de granos. Los tragos cuestan entre dos y tres dólares.

Los administradores paran por el local una vez al día para inspeccionarlo y limpiar las máquinas. También tienen cámaras y sensores que les permiten estar pendientes de todo lo que pasa.

Si bien a alguna gente la atrae la conveniencia y la novedad de los robots, a otra no.

“Prefiero a los meseros humanos. Un robot no puede hacer las cosas a tu gusto como sí puede un humano. A mí me gusta el café suave, pero las máquinas no pueden controlar la fuerza del café tan bien”, expresó Lee Sang Jin, oficinista de 30 años.

El sistema automatizo, por otra parte, también puede demorarse, según Lee.

El fabricante de estas máquinas dice que planea lanzar una versión más avanzada este mismo año, que podrá reconocer la voz y los movimientos de un cliente y hacer sugerencias sobre el menú.

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