Arlena D. Cifuentes Oliva
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La carrera por hacerse de la municipalidad metropolitana por parte del actual alcalde, Ricardo Quiñónez, se realiza sin el menor recato ni disimulo utilizando todos los recursos públicos a su alcance para realizar su campaña con el objetivo de postergar el control y dominio de la tan codiciada vara edil de la ciudad de Guatemala, la cual ha sido una empresa familiar de los Arzú y sus allegados más cercanos.

Hemos observado durante las últimas semanas la evidente preocupación por arreglar avenidas y calles, pintar aceras de las principales zonas del país. Graciosas concesiones de parques en cuyo juego caen instituciones que uno esperaría tengan una visión clara del momento que se vive y de los intereses que persiguen para no prestarse a ello en un momento en el que se votará por nuevas autoridades. El voto cautivo del exalcalde Arzú y que lo perpetuó en el poder, a través de varias décadas, en su mayoría corresponde a la clase media; concedido por solidaridad de clase.

La administración de Arzú se ocupó acertadamente de darle atole con el dedo a una población inconsciente de la realidad en la que viven millones de guatemaltecos, población que fundamentalmente se ubica en las zonas 10, 13, 14 y 15; les supo llegar a través de la jardinización de los principales bulevares. También atrajo a una población menos privilegiada a través de “el paseo peatonal de los domingos”, clases de ballet para niñas, de gimnasia para señoras, de arte para jóvenes y otros que probablemente desconozco. Es decir, supo vender su imagen hacia el votante desconocedor da la realidad del país, indiferente y sin capacidad de discernimiento que se dejó seducir por acciones cosméticas que no le permitieron ver que los graves problemas que eran competencia de la comuna estaban pendientes de resolverse, enmascarados por acciones superficiales, los cuales acumulados a lo largo de las décadas del gobierno municipal de la familia Arzú y sus allegados nos sumergen en la actual crisis.

Los pasos a desnivel no han sido ni serán una solución real para el problema del tráfico, son paliativos que el capitalino acostumbrado a no desarrollar la materia gris y por ende con ausencia total de discernimiento sobre lo público ha aplaudido y reverenciado. ¿En cuánto se ha sobrevalorado cada paso a desnivel, quiénes son los dueños de las constructoras y maquinaria que han tenido a su cargo la realización de cada uno de ellos, quiénes son sus proveedores? Genera frustración e impotencia la ignorancia y miopía del guatemalteco, con qué facilidad se deja convencer. El creerse perteneciente a una misma clase social es un elemento subyugante, que les lleva no a elegir sino a votar a ciegas. Prevalece el sentido de pertenencia que puede ser un falso yo.

Los Arzú y sus más allegados han sido incapaces de resolver los problemas fundamentales que enfrenta la población: la basura, el transporte y el tráfico, el agua, los drenajes colapsados. Hace ya treinta años que se diseñó el proyecto para construir el Metro en la ciudad capital, es decir existió la visión de la necesidad del mismo en aquel entonces, pero como todo fue engavetado y olvidado, probablemente no se constituía en un proyecto rentable como lo han sido otros.

Estimado lector ¿está usted dispuesto a entregarle el gobierno municipal a los mismos? Póngase la mano en la conciencia, si usted es de los que tienen la bendición de tener todas sus necesidades satisfechas, hay millones de conciudadanos que no las tienen. Imagínese carecer de agua por una semana; o tal vez el problema no resuelto del tráfico le sensibilice un poco más. Los pasos a desnivel no son una solución y sí benefician a quienes por décadas se han enriquecido y han convertido la ciudad en su imperio: El imperio Arzú.

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