Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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Adolfo Mazariegos

El sábado recién pasado tuve la oportunidad de compartir brevemente con un grupo de estudiantes universitarios que tuvieron a bien organizar una breve charla de concienciación cuya temática giraba en torno a los efectos del cambio climático y los estragos que dichos efectos pueden ocasionar (y que ya han ocasionado, de hecho) en la vida del ser humano y del planeta en su conjunto. La charla fue, asimismo, según les escuché anunciar, el punto de partida para una campaña de reforestación que ellos mismos han organizado modestamente y que esperan llevar a distintos puntos de la ciudad capital en los próximos días a manera de contribución y de iniciativa para la reflexión de cara al futuro del país y del planeta en términos medioambientales. Coincidentemente, ayer domingo (en relación con el tema), leí un breve pero interesante artículo publicado en The New York Times International Weekly, un texto corto en el que el autor (H. Fountain) habla de la grave sequía que ha reducido considerablemente los niveles de agua en el Canal de Panamá, fenómeno que ha forzado a algunos transportistas navieros a limitar la carga que llevan sus barcos más grandes para evitar que encallen mientras cruzan de un océano a otro por el canal, algo a lo que no estarían expuestos si los niveles de agua en esa parte específica del continente no hubieran mermado tan drásticamente durante los pasados cinco meses. En ese sentido, vale la pena recordar que Guatemala, por supuesto, no es inmune a los efectos del cambio climático, es más, en años recientes los ha padecido severamente de forma a veces extrema tanto en verano como en invierno. Y traigo a colación, a manera de ejemplo, el caso de la laguna de Atescatempa, cuya actual situación desconozco pero que tan sólo un par de años atrás evidenció los efectos drásticos del cambio climático y del mal uso que a veces le damos a los recursos naturales de los que aún disponemos. Las realidades provocadas por estos fenómenos no pueden ni deben pasarse por alto, en virtud de los notables descontroles y alteraciones que actualmente manifiestan en distintas latitudes del Globo, mismos que se han ido incrementando inexorablemente de forma notable conforme el tiempo sigue su curso. En Guatemala, Chile y Bolivia (por citar algunos rápidos ejemplos) varios cuerpos de agua se han secado totalmente como producto de las extensas sequías y del mal uso que se les ha dado a los mismos durante años, mientras que por el otro extremo, las inviernos copiosos y fuertes tormentas inesperadas, han provocado inundaciones terribles que han dejado a su paso desastre y zozobra en países como Perú, Ecuador, Chile, México y también Guatemala, entre otros. Por ello, celebro la iniciativa del grupo de estudiantes que menciono líneas arriba, porque en temas de tanta trascendencia como el cambio climático y sus efectos (muy a pesar de que exista quienes lo nieguen), cada granito de arena cuenta…, probablemente más de lo que tal vez imaginamos. Piénselo.

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