Carlos Figueroa

carlosfigueroaibarra@gmail.com

Doctor en Sociología. Investigador Nacional Nivel II del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Profesor Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Profesor Emérito de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Guatemala. Doctor Honoris Causa por la Universidad de San Carlos. Autor de varios libros y artículos especializados en materia de sociología política, sociología de la violencia y procesos políticos latinoamericanos.

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Carlos Figueroa Ibarra

He revisado una gráfica de cómo quedará la boleta electoral para las elecciones presidenciales que se celebrarán en Guatemala el 16 de junio de 2019. Habrá 20 partidos cada uno con un candidato o candidata presidencial propio en una dispersión que me resulta impresionante. Lo primero que puede pensarse es si es bueno o malo que proliferen como hongos en la humedad los partidos políticos. He leído aseveraciones con respecto a que debería restringirse la inscripción de los mismos haciéndose más severas las condiciones para su inscripción. En el caso de México, el malestar que genera el hiperpartidismo está asociado al hecho de que los partidos registrados reciben un subsidio estatal acorde con la cantidad de votos obtenidos. Estos fondos son exagerados y generan fenómenos perversos como una partidocracia que actúa como burocracia dorada cada vez más ajena a los principios y doctrinas que supuestamente deben regir a los partidos. En el caso de que no reciban subsidios estatales, el riesgo es que estos partidos busquen financiamiento ilícito como ha sucedido en Guatemala en donde el síntoma de ello han sido los diversos escándalos y encarcelamientos observados.

En todo caso me parece riesgoso pronunciarse por una limitación a la proliferación de partidos porque ello entraña un riesgo a la democracia. Más bien lo que quiero resaltar en esta ocasión son las condiciones que en países como Guatemala explican que existan 20 partidos y 20 candidatos presidenciales. En la Guatemala que yo viví como infante y adolescente hubo pocos partidos. Esto no necesariamente era una bondad sino reflejo de las restricciones dictatoriales. Pero aun así podíamos ver a partidos articulados congruentemente a una ideología y una mística doctrinaria: el MLN (anticomunismo cerval), el PID (igualmente además de estar asociado a la casta militar), el PR (la socialdemocracia de derecha), la DC (el pensamiento socialcristiano), el FUR antes URD (socialdemocracia de izquierda) y en la clandestinidad el PGT (comunista). Me pregunto ¿Cuáles son las vertientes doctrinarias e ideológicas de los 20 partidos de ahora? Por lo que he leído en los medios de comunicación la mayor parte de ellos son partidos que emiten lugares comunes impregnados de neoliberalismo. Acontece en esta época neoliberal que en un sistema de partidos tan volátil como el guatemalteco, la mayor parte de los partidos son grupos organizados para acceder al botín del Estado y si no les alcanza, negociar prebendas con los ganadores.

Por mi definición ideológica, lo que me resulta descorazonador es la dispersión y división de partidos que van desde el centro-izquierda hasta la izquierda. Las elecciones de 2019 serán nuevamente una oportunidad pérdida para crear un frente unitario en torno a la lucha contra la corrupción, la injusticia social, la depredación ambiental, la violencia y sus causas sociales entre otras cosas. No solamente el Pacto de Corruptos se encargó de descabezar la opción más viable que se le oponía, sino los mismos actores del centro hacia la izquierda hicieron prevalecer el “más vale solos que mal acompañados”. Triste y repetida historia.

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