Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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Quiero comenzar por manifestar que es digna de reconocimiento la actitud de las dos ciudadanas que intentaron competir por la presidencia de la república y que la judicialización de la política, sea por imperio de la ley o por manipulación perversa, se los evitó. Tanto Zury Ríos como Thelma Aldana, al acatar la resolución de la Corte de Constitucionalidad, han contribuido a mantener la institucionalidad. Ellas han actuado con visión estadista. Sus arrebatos de inconformidad son comprensibles, pero afortunadamente no traspasaron la línea de lo admisible en una democracia.

Igual reconocimiento merece el novato partido Semilla, con toda su deseable potencialidad. Y no digo esto por una actitud de simpatía hacia ellos. Es porque la democracia guatemalteca necesita expresiones políticas progresistas que contrarresten la hegemonía que tienen las derechas en este ámbito y la vocación de marginalidad de la izquierda tradicional, dispersa, que las lleva a competir no con la aspiración de triunfar, sino que de ser la expresión política sobreviviente que se vea premiada con un espacio en esa marginalidad.

Quedan ahora tres semanas y media para las elecciones.

El pelotón de los chiquitos se convulsiona. Varios son los que ansían ser el que se descuelgue y se cuele a una segunda vuelta, que seguramente ocurrirá, porque habiendo tantos candidatos compitiendo, es muy poco probable que Sandra Torres pueda ganar en la primera vuelta. Y digo Sandra Torres porque las resoluciones de las cortes le han pavimentado el camino.

Y siendo las izquierdas los rezagados del pelotón de los chiquitos, lo que sucederá es que una opción de derecha sea la que compita contra la UNE el 11 de agosto.

Es deseable que esta primera vuelta sirva para que las izquierdas comprendan la necesidad de la unidad y rectifiquen su esquematismo y visión mesiánica que los hace creerse ungidos cada uno con el don divino de la rectitud ideológica y pretensión solitaria de la verdad y consecuencia. Quien o quienes sobrevivan a los límites cuantitativos y/o a la dura tarea que sacar al menos un diputado, deberían entender que en estos momentos la prioridad táctica y estratégica de las izquierdas es su unidad en medio de la diversidad que las caracteriza.

La UNE, opción que encabeza las encuestas, es un partido político que migra cada vez más de la socialdemocracia a la que teóricamente está adscrita al pragmatismo básico que pretende sumar a su caudal político electoral todo lo que se pueda.

Las derechas participantes, todas ellas neoliberales, deberán prepararse para competir con la UNE en una casi segura segunda vuelta.

Para el 16 de junio todos votemos por la opción política cuya ideología, visión política y planteamiento programático (cuando exista) sea nuestra favorita.

Que la próxima primera vuelta sirva para “limpiar” el espectro político nacional. Que queden en él quienes ostenten una legitimidad proveniente de los votos que saquen.

Pero preparémonos para una segunda vuelta. Allí se definirá el tipo de cierre que tenga la actual crisis política que se produce en un entorno coyuntural electoral.

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