Edith González

Cuando pienso en el dolor que hay en el mundo, agradezco tener una oportunidad inaudita de poder hacer nacer una sonrisa, una risa. La pista del circo es un rincón del paraíso donde los clowns entramos para hacer olvidar a los demás y a nosotros mismos las desdichas.

Annie Fratellini (Francia).

Carlos Mancilla estudiante de agronomía de la Usac acudió esa tarde al Circo Navarro junto a sus primas y cuando vio al hombre lanzándole cuchillos a la mujer se levantó, quería participar. Pero no llegó a tiempo. Pero cuando llamaron un voluntario para estar en el globo de la muerte, con el motorista más joven de Centroamérica, acudió pronto. Todos le vimos “la emoción” y cuando la actuación terminó los aplausos no paraban. Carlos no podía caminar, su adrenalina estaba hasta arriba, ya de niño participó con los payasos, pero ahora “fue intenso”.

El circo “Hermanos Navarro” ubicado en el Campo de Marte le dio a él la oportunidad de sentirse “intenso” y al resto del público de disfrutar a la contorsionista, el malabarista, los equilibristas y qué decir del carro que increíblemente se convierte en robot, ¡ah y de los dinosaurios! Y por supuesto el encantador payaso que nos hizo participar a todos, reír y aplaudir. Maravilloso espectáculo.

Guatemala tiene una identidad circense propia, aunque los grupos han ido de tropiezo en tropiezo, sobreviven en la oleada de la modernidad del espectáculo.

Por los años 80, el circo en Guatemala era parte de la vida diaria. Llegaban circos del extranjero y los circos nacionales recorrían la geografía nacional.

La tradición circense en el país, viene desde hace más de cien años y circos como el de “Tarzán “López, logró una importante evolución artística que le permitió ir por toda Guatemala, habiendo incorporado a sus presentaciones diversas fieras que siempre fueron la sorpresa de los presentes.

El circo “Hermanos Navarro” resulta ser una grata experiencia, ahora ya sin animales en la pista, once artistas guatemaltecos muestran sus innegables condiciones que distraen, emocionan y transforman por dos horas la vida del público. Este es quizás ahora el circo más antiguó de Guatemala, que fue fundado por los mexicanos Francisco Sánchez e Ignacio Navarro en 1883.

Y allí sentada en las gradas disfrutando la presentación recordé a mi padre Daniel González Arévalo, quien de niña me llevaba al circo, y pensé quizás alguna vez estuve en ese mismo lugar con él, como ahora lo hice con mi hijo Diego.

El circo Hermanos Navarro, ha logrado conjugar en su pista aquello del viejo circo que nos muestra habilidades humanas y lo nuevo como el globo de la muerte, de este arte que se resiste a morir. Y que además de un buen espectáculo nos invita a deleitar la comida del circo tradicional: poporopos, algodón de azúcar, manzanas acarameladas, y llevar a los niños narices de payasos, y otros juguetes.

Ahí está la mano de Isabel de Ovalle, presidenta de los artistas nacionales quien además de dar respaldo administrativo ha peleado por que los circos guatemaltecos sobrevivan, impulsando sus presentaciones y animando a los artistas.

Edith González

hedithgonzalezm@gmail.com

Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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