Alfonso Mata
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Cómo funciona el sistema venoso

La circulación venosa se realiza a través de un sistema vascular de baja presión y velocidad, gran volumen y baja resistencia. La función principal del sistema venoso es devolver la sangre al corazón. El retorno venoso está influenciado por la interacción entre una bomba central (el corazón), los gradientes de presión, la bomba venosa periférica y las válvulas competentes en las venas. En una posición vertical, estos factores trabajan juntos para superar la presión hidrostática inducida por la gravedad, que es bastante diferente en la posición sentada y más en la acostada.

Además, el sistema se caracteriza por su capacitancia, que permite variaciones pronunciadas del fluido. Finalmente, el sistema incide en la regulación de la temperatura corporal. En estado estable, el retorno venoso es igual al gasto cardíaco. El sistema venoso contiene al menos el 60% del volumen total de sangre en reposo, con la mitad de esto en las vénulas postcapilares en la extremidad inferior. Alrededor del 25% está en la circulación esplácnica.

Se toleran variaciones en el volumen de sangre venosa de hasta 10-20%. Un cambio simple de una posición de acostado a parado puede ser responsable de un cambio de volumen del 10% en la extremidad inferior. Un aumento en la capacitancia es normal al final del día después de estar de pie o sentado, y casi el 20% de las personas normales demostrarán una disfunción valvular.

ANORMALIDADES

La fisiopatología del mal funcionamiento venoso se caracteriza por reflujo, obstrucción del paso de sangre o una combinación de ambos. Esto resulta en, capacidad reducida para vaciar las venas de las piernas de manera eficiente durante el ejercicio, lo que significa que la presión ambulatoria venosa permanece alta y eventualmente conduce a todas las características clínicas de la hipertensión venosa. Además del reflujo y la obstrucción, otros factores subyacentes pueden comprometer el vaciamiento venoso adecuado, como la falla del sistema osteomuscular de la pantorrilla y el pie (disminución de la movilidad de la articulación del tobillo y otros problemas neuromusculares).

Los síntomas y signos más frecuentes incluyen: dolor, opresión, irritación de la piel, pesadez y calambres musculares, y otras quejas atribuibles a disfunción venosa.

Se ha realizado una clasificación del daño venoso según aspectos clínicos y magnitud de la evolución del daño venoso que se resume en el siguiente cuadro.

Mientras que la mayoría de los pacientes con várices no complicadas (C2) todavía tienen presiones venosas normales durante la deambulación, todos aquellos con estadios más avanzados, desarrollan progresivamente hipertensión venosa, caracterizada por síntomas y signos (C3-C6). Las manifestaciones clínicas de la insuficiencia venosa crónica son edema y cambios en la piel, desde hiperpigmentación, eccema, atrofia blanca y lipodermatoesclerosis hasta úlceras venosas.

La incompetencia de la válvula de la vena profunda resultará en una reducción menor o nula de la presión venosa y la obstrucción venosa incluso elevará la presión durante las contracciones de la pantorrilla, ambas representan hipertensión venosa ambulatoria.

La combinación fisiopatológica de reflujo y obstrucción, es significativamente más común en pacientes con ulceración venosa, que en aquellos con estadios menos avanzados de ECV por una colateralización venosa adecuada.

En las venas superficiales incompetentes, el reflujo es causado principalmente por anomalías de la pared de la vena. La debilidad de la pared de la vena da como resultado la dilatación y el agrandamiento del anillo de la válvula, lo que hace que la válvula no pueda funcionar lo suficiente, causando el reflujo como consecuencia. El reflujo puede ser axial o segmentario, de origen más bien multifocal en las venas varicosas, que establece que: primero, los afluentes se dilatan y son incompetentes, y solo posteriormente los troncos principales y, finalmente, las uniones. Esto se corresponde con la teoría “ascendente” del desarrollo de venas varicosas.

La patología en las venas profundas es más compleja. La obstrucción aguda ocurre en el caso de trombosis venosa profunda. La incompetencia venosa profunda crónica se produce en el 80% de los casos debido a cambios valvulares postrombóticos, y en el 20% por incompetencia valvular primaria.

En países desarrollados entre el 6 y el 30% de todos los gastos médicos cardiovasculares, son por enfermedades venosas. A pesar de estos hechos, la epidemiología básica de la enfermedad venosa ha recibido una atención limitada. Incluso la definición de enfermedad venosa periférica varía ampliamente, confundiéndose a menudo síntomas y signos con anomalías patofisiológicas demostrables.

Las arañas vasculares, las várices, la enfermedad funcional superficial y los eventos trombóticos superficiales, son más comunes en mujeres que en hombres; pero los cambios tróficos y la enfermedad funcional profunda, son menos comunes en las mujeres. La enfermedad visible (várices o cambios tróficos) y la enfermedad funcional (superficial o profunda) están estrechamente relacionadas. La enfermedad visible, no predice invariablemente la enfermedad funcional, o viceversa, y en ausencia de cualquiera de ella pueden ocurrir eventos trombóticos venosos.

Las prevalencias de enfermedad crónica venosa, difieren según sus factores de riesgo. Se ha informado que las telangiectasias (también conocidas como arañas vasculares) (C1) afectan a hasta el 80% de la población. Las venas varicosas (C2) también son extremadamente comunes, con una incidencia variable que varía entre el 20% y el 64%. Los estadios más avanzados de la enfermedad venosa, (C3-C6), parecen afectar aproximadamente al 5% de la población, con una prevalencia de los estadios finales de úlceras venosas activas y curadas (C5-C6) estimada en 1-2%.

Edad: Varios estudios han revelado la edad avanzada como el factor de riesgo más importante para las venas varicosas y la enfermedad venosa crónica.

Género: La enfermedad C2 es más común en mujeres adultas que en hombres: 13.9-46.3% mujeres y 11.4-29.3% hombres. En los estudios, el C3 varía de 4.5% a 13.6% y la prevalencia de C4-C6 de 3.6% a 12%. Una prevalencia similar de C2 se encuentra en mujeres que nunca han estado embarazadas y en hombres. La incidencia de várices por año es del 2.6% en mujeres y de 1.9% en hombres. La influencia de género disminuye con los años. Las nuevas terapias de reemplazo de hormonas y los anticonceptivos no aumentan el riesgo de venas varicosas. El número de embarazos sí.

En los estudios, frecuentemente la mitad de la población general informa síntomas venosos, el 49.1% de los hombres y el 62.1% de las mujeres, y la prevalencia aumenta con la edad. Los síntomas se informan con mayor frecuencia en las extremidades con afectación venosa profunda en comparación con la superficial, y también fueron más frecuentes en las mujeres.

Obesidad: Un índice de masa corporal (IMC) superior a 30 aumenta significativamente el riesgo de enfermedad venosa, sugiriendo que la propia obesidad contribuye a la insuficiencia venosa.

Historia familiar: Muchos estudios han demostrado una correlación entre un historial familiar positivo de venas varicosas o enfermedad venosa y el riesgo de venas varicosas. Los trastornos genéticos responsables no se han encontrado para explicar la herencia obvia. Deben considerarse estudios de asociación de todo el genoma, para desentrañar la base genética de la enfermedad venosa.

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