Ana Cristina Morales

crismodenesi@gmail.com

Médica y cirujana licenciada por la Universidad de San Carlos de Guatemala, especializada en psiquiatría con arreglo al Programa USAC/IGSS. Con las especializaciones de atención en psicoterapia a mujeres maltratadas, así como en adicciones y Supervisora psicosocial. Autora de -Aprender a perdonar. “Una herramienta en psicoterapia”, publicación personal, y coautora del artículo: “Consecuencias biopsicosociales del abuso sexual”, del libro Síndrome de intestino irritable y otros trastornos relacionados, publicado por Editorial Panamericana. Del libro “El perdón y la salud” de editorial Plataforma. Columna de opinión “Conversando con la Psiquiatra” en el periódico guatemalteco “La Hora”, Trabaja en oficina privada como psicoterapeuta y psiquiatra.

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Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Dentro de algunas de las definiciones que obtenemos del diccionario acerca de la palabra estigma encontramos: mala fama, afrenta, marca. Ninguna acierta de manera completa y universal a su significado.

En su obra llamada Stigma (1963), el sociólogo canadiense, Erving Goffman define el estigma como el proceso en el cual la reacción de los demás estropea la identidad normal.

Lo que sabemos es que el estigma constituye un gran obstáculo para la atención y la integración social de las personas afectadas por enfermedades mentales. Esto se debe a que son sujetas a prejuicios sociales que las conducen a ser discriminadas. Por lo cual, en ocasiones, conseguir o mantener un trabajo les es difícil, el acceso a cuidados en su salud integral también lo es. Y son visualizadas por otros, como personas peligrosas que han de ser temidas.

Así que, las personas con alguna enfermedad mental les toca lidiar con su enfermedad y con los prejuicios hacia su padecimiento. Y también ellas mismas pueden poseer un autoestigma. Esto se refiere a reacciones que son propias de un grupo estigmatizado colocando estas actitudes estigmatizantes contra ellas mismas.

Las personas que colocan el prejuicio contra sí mismas aprueban los estereotipos como: “solo las personas débiles o incapaces padecen enfermedades mentales”. Lo que conlleva a una autoestima y sentido de autoeficacia bajos.

Los prejuicios sociales y propios acerca de la enfermedad mental se combaten conociéndola y entendiéndola.

Se teme lo que se desconoce y se considera que es mejor apartarlo. Además, con regularidad, las personas más tenaces en rechazar la enfermedad mental, consideran que ella es imposible para sí mismas. Y cuando la enfermedad mental surge en sus vidas se consideran personas fallidas.

A mi manera de observar y también desear, es poco lo que se lleva en avances contra el estigma de la enfermedad mental. Los pasos son lentos. La lucha en su contra debe abarcar sectores múltiples (educación, trabajo, salud, medios de comunicación social, entre otros). La labor del psiquiatra ha de encaminarse a la educación continua de personas con esta enfermedad, a la familia y a la sociedad. Pero este médico en el ejercicio de su atención clínica a pacientes con enfermedades mentales, se encuentra más cerca de brindar ayuda contra la autoestigmatización.

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