Raúl Molina
Quien pretenda que ya no se debe hablar de imperialismo, como vocablo trasnochado, y de sus lacayos, sus incondicionales servidores, simplemente trata de tapar el sol con un dedo. El imperialismo, particularmente el de Estados Unidos, sigue vivito y coleando, y los personajes serviles abundan en toda América. Explicaba a mis estudiantes de Historia de América Latina y el Caribe las cuatro fases del imperialismo estadounidense: la territorial, desatada con la guerra contra México en 1846, quedándose con casi la mitad de lo que fue el territorio mexicano preindependencia, y completada con la anexión de Puerto Rico en 1898; la de imposición de sus intereses por la vía armada, especialmente en el Caribe y Centroamérica, instalándose en su mare nostrum; la de la dominación militar-económico-política bajo el paraguas de la Guerra Fría; y la del control económico y político mediante el capitalismo neoliberal. Estados Unidos ha puesto y quitado gobiernos en la región, siempre en alianza estratégica con las oligarquías, burguesías y nuevos ricos, incluidos hoy exmilitares e integrantes del crimen organizado, para lo cual ha creado un arsenal de modalidades de intervención, incluidas la invasión militar directa, invasión mediante tropas de terceros, golpes militares con apoyo o conducción de la CIA, “golpes blandos”, intervenciones humanitarias y, más recientemente, bajo la excusa de la corrupción, la manipulación del Estado para derrocar a gobernantes legítimos. La innovación de Trump es utilizar todo el arsenal a la vez para tratar de derrocar al presidente Maduro de Venezuela. Por ahora, aparece como una aplanadora, con lacayos en el Grupo de Lima y la Secretaría General de la OEA, y “aliados” en Europa; pero ha fallado hasta ahora en sus intentos contra la República Bolivariana de Venezuela, como el imperialismo siempre falló en Cuba, de 1959 a la fecha.
Por ello, en Guatemala debemos hacer gala, particularmente durante este proceso electoral, pese a sus pésimas condiciones, de un optimismo realista. Con Trump lleno de odio hacia América Latina y el Caribe, México ha elegido un gobierno que no puede ser ni será dócil ante el imperio y la reciente elección en Panamá ha rechazado a la derecha y al populismo. Sin ser “revolucionaria”, la socialdemocracia panameña no doblará la cerviz. Los pueblos de toda América Latina se movilizan ya para expulsar a gobiernos que fueron electos por confusión, ingenuidad o manipulación, como los que se han establecido recientemente en Argentina, Brasil, Chile y El Salvador. En Guatemala estamos claros de quiénes son las y los corruptos y cuál es la gente honrada. Lo que está por hacerse es echar a los primeros y tener un Estado en manos de personas probas y capaces. El optimismo realista nos dice que sí es posible lograrlo este 16 de junio, para pasar al júbilo nacional. Aún si la depuración total no se lograra, con el concurso activo de la ciudadanía entera podemos elegir Poderes Ejecutivo y Legislativo que estén en el lado honesto. Para ello, todo “voto inteligente” contará. Trabajemos juntos el triunfo que permita la construcción de la Nueva Guatemala.