Luis Enrique Pérez

lepereze@gmail.com

Nació el 3 de junio de 1946. Ha sido profesor universitario de filosofía, y columnista de varios periódicos de Guatemala, en los cuales ha publicado por lo menos 3,500 artículos sobre economía, política, derecho, historia, ciencia y filosofía. En 1995 impartió la lección inaugural de la Universidad Francisco Marroquín.

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Luis Enrique Pérez

Originalmente el capital era la cantidad de dinero excedente que no se ahorraba o no se consumía, sino que se invertía, es decir, se utilizaba para ser multiplicado. El producto de la multiplicación era la ganancia. El dinero invertido en acumular mercancías era capital mercantil. El dinero invertido en producción masiva de mercancías era capital industrial. El dinero invertido en devengar una tasa de interés era capital financiero. Actualmente suele denominarse “capital” a los medios destinados a producir bienes económicamente valiosos. Esos medios, llamados “medios de producción”, pueden ser tan simples como un serrucho, o tan complejos como un robot electrónico.

Un capital cada vez más productivo es una condición necesaria del progreso material del género humano. Quiero decir, por ejemplo, que es progreso material emplear un tractor y no un azadón para labrar la tierra. Y el capital cada vez más productivo incrementa el valor del trabajo. Quiero decir, por ejemplo, que el trabajo de quien utiliza un tractor para labrar la tierra es más valioso que el trabajo de quien utiliza un azadón. La sinergia entre un capital y un trabajo crecientemente productivos provoca un impacto extraordinario en el progreso material del género humano.

El trabajo puede contribuir al progreso material del género humano con el concurso del capital; y el capital puede contribuir a ese mismo progreso con el concurso del trabajo. Y trabajo sin capital es improductivo (como cavar una zanja con las manos); y capital sin trabajo es inútil (como un tractor agrícola para cuya utilización no hay un trabajador). Capital y trabajo son igualmente necesarios para crear riqueza; pero ambos son medios, y no fines. Valorar el trabajo solo por ser trabajo es tan absurdo como valorar el capital solo por ser capital.

En una economía socialista solo el Estado, por medio del gobierno, puede ser propietario del capital, es decir, de los medios de producción, los cuales, entonces, son propiedad pública. En una economía capitalista cualquier ciudadano puede ser propietario de esos medios, los cuales, entonces, pueden ser propiedad privada.

La historia de la humanidad muestra con ofensiva evidencia que las naciones más prósperas han tenido una economía más próxima al capitalismo que al socialismo. Esa misma historia demuestra, con no menos ofensiva evidencia, que las naciones que han tenido una economía más próxima al socialismo que al capitalismo, han sufrido un cataclísmico colapso, como Rusia; o han tenido que transformarse para aproximarse más al capitalismo, como China; o subsisten penosamente, como Cuba o Venezuela.

Yo celebro el Día del Trabajo y también celebro un ficticio Día del Capital; pero del capital privado en una economía más próxima al capitalismo que al socialismo. En una economía tal, el capital privado puede, en general, contribuir más al progreso material del género humano; y en particular, contribuir más al mejoramiento del estado de vida de los trabajadores.

Post scriptum. Karl Marx, en “Glosas marginales al programa del Partido Obrero Alemán”, o “Crítica del Programa de Gotha”, atentó contra la deificación del trabajo por el trabajo mismo. Afirmó: “El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), tanto como lo es el trabajo, que solo es la manifestación de una fuerza natural…”.

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