Por decoro y vergüenza las autoridades guatemaltecas debieran abstenerse de visitar Taiwán sabiendo que es uno de los grandes focos de la corrupción que se ha dado mediante el soborno a los gobernantes. El caso más sonado fue el de Alfonso Portillo porque alguien filtró los cheques que recibió desde antes de ser electo Presidente de la República y que luego el país asiático, para lavarse la cara, dijo que era una donación al país. Los cheques, como los que les dieron a sus antecesores y sucesores, estaban a nombre de la persona individual y no de ninguna institución y todos sabemos que donaciones de Estado a Estado se hacen de forma institucional y no entregándolas a un individuo para que éste las canalice a alguna dependencia.

Taiwán subsiste internacionalmente por el raquítico reconocimiento de un puñado de Estados con los que mantiene relaciones diplomáticas. Los casos de Guatemala y Costa Rica, donde también se descubrió el soborno, son ilustrativos y suficientes para que cualquier persona decente se abstenga de hacer tratos con un país que compra el favor de las relaciones diplomáticas en forma sucia y descarada.

Ahora es el presidente Jimmy Morales quien a poco de dejar el cargo decide visitar Taiwán justamente cuando han existido avances de la República de China y hasta en Washington lo vieron de manera que tuvieron que mandar advertencias de que “no se les fuera ocurrir” ceder ante los ofrecimientos de Pekín.

Los gobernantes, en general, se han abstenido de ir a Taiwán aunque algunos vicepresidentes lo han hecho y una gran cantidad de ministros, funcionarios y formadores de opinión porque si en algo gastan es en mantener una red importante de influencias para preservar el actual status de las relaciones diplomáticas. Y más aún cuando hay rumores de que ha habido acercamiento con China y por esa razón es seguro que la compra de voluntades no sólo está más que a la orden del día, sino que además, por las leyes del mercado, se tiene que incrementar el precio por el tema de la oferta y la demanda. Mientras eran sólo ellos los que estaban en la competencia, bastaban cheques como los de Alfonso Portillo, pero sintiendo pasos de animal grande seguramente que el valor del soborno tiene que ir también en aumento.

Creemos que la corrupción en todas sus manifestaciones debe ser objeto de repudio, pero más cuando se hace de la forma consistente y descarada que contribuye, y vaya de qué manera, a la prostitución de la política en estos países pobres.

Redacción La Hora

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