Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

En La Hora hemos insistido que el problema de Guatemala es el sistema y que, casi todo, está alcanzado por los tentáculos que han logrado penetrar para desvirtuar la función esencial del Estado guatemalteco. Estoy convencido que el problema es el sistema más allá de las personas aunque, claro, hay quienes lo complican más, pero no podemos olvidar que este es un problema en el que no importa en qué manos estemos porque el sistema logra sus formas de operar como el agua que busca dónde filtrarse.

No obstante, en los últimos meses las cosas tomaron un giro importante porque se había empezado a ver, de primera mano, los efectos que ese financiamiento ilegal genera en el país cuando quienes dicen tener dinero legal operan con las mismas maneras de quienes han acaudalado fortunas de manera abiertamente ilícita.

Y en los últimos días, se ha puesto de manifiesto la penetración que en el sistema tiene el fenómeno del narcotráfico y hemos visto cómo, algunos queriendo y otros sin querer, se han terminado aliando porque los une la necesidad de impunidad, de eludir responsabilidad y el anhelo de tener un sistema que opera a su antojo para negocios de cuello blanco o de la delincuencia pura y dura.

Los últimos días dejan mal parado al Ministerio Público (MP), otra vez, que supo y no dijo nada, a un Tribunal Supremo Electoral (TSE) que es demasiado cambiante y a un Gobierno que no sabe dónde meter la cabeza y peor aún, cómo salir de los escándalos en el que están metidos.

Ni un guion de Netflix creo que podría retratar mejor lo que está sucediendo porque esto ha alcanzado proporciones inimaginables al punto que la agencia antidrogas operó en Guatemala y ni alertó a las autoridades locales que tanto hablan de la injerencia y solo Dios sabrá si eso no fue porque, como dijo Jimmy, ni modo que iban a alertar a quienes estaban siendo investigados. Y algo pasa porque en lugar de seguir con el tono confrontativo y la cantaleta de la soberanía, vemos a un Gobierno preocupado que se vuelve sumiso aunque no atinan a salirse del ojo de huracán.

Pero más allá de los hechos y las particularidades del momento, hay que advertir que esto que ocurre en el país es producto del esfuerzo de miles pero poderosos personajes que están jugando sus cartas para apuntalar un sistema cooptado hasta el tuétano. Hay una gran mayoría de candidatos que se han aliado para asegurarse que de alcanzar el poder, van a trabajar para asegurar la continuidad del modelo de impunidad y corrupción, que vía el financiamiento, tiene secuestrado nuestro sistema.

Tras la forzada aunque fallida terminación del Acuerdo de la CICIG, muchos perdieron el miedo y eso a su vez los llevó a perder las formas y lo que estamos viendo ahora es el efecto de la borrachera de poder que tienen muchos porque estiman que ya no tienen límites, más cuando la potencia del mundo es dirigida por alguien que actúa de manera igual y se sale con la suya.

Hay que advertir que lo que ocurre aquí es serio, es real y nos representa una verdadera camisa de fuerza para construir la Guatemala en la que quepamos todos y en la que las oportunidades se den para aquellos que están dispuestos a luchar y trabajar por ellas.

Los compadrazgos y los silencios cómplices de personas y sectores que reman en el mismo sentido, son una auténtica muestra de la capacidad que tiene para alcanzar acuerdos nefastos para las mayorías pero sumamente rentables para aquellos que desean volver a la Guatemala del pasado.

El panorama no es alentador pero es más desoladora la indiferencia de la gente a la que, pareciera, ya nada le inmuta o si le molesta no es lo suficiente para provocar una reacción ciudadana de hartazgo y de asco ante lo que ocurre.

Ni la mejor serie de Netflix tiene este guion, así que bienvenido a Guatemala.

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