Sandra Xinico Batz
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Una tradición, parece que de esto se trata todo, de mantener una costumbre en la que cada año una estructura criminal aprovecha para agenciarse de dinero, infundir medio y violencia. Se mueven y accionan con toda impunidad dentro de la Universidad de San Carlos. Año tras año el ciclo de violencia se vuelve a repetir y no pasa nada. Muertos, golpeados hasta la hospitalización, intoxicados de alcohol, acoso, amenazas y cobros sin control ni fiscalización.
No hay sátira ni crítica, sino chistes racistas, misóginos, machistas y ahí está el estudiantado mofándose de la lesbofobia, homofobia, de los estereotipos racistas. Camionadas de cerveza y licor se abastecen durante toda la declaratoria de huelga que de huelga sólo tiene el nombre. Reciben con los brazos y bocas abiertas a empresas como la Cervecería Centro Americana y a las Industrias Licoreras de Guatemala, dos empresas pertenecientes a la oligarquía, la misma que en los 80 financió la desaparición y el asesinato de decenas de estudiantes, docentes y trabajadores de la Usac.
La Huelga de Dolores hoy no significa una oposición. No significa denuncia sino contradicción e incoherencias. La infiltración de esta estructura criminal dentro de la Universidad pública ha sido una forma efectiva para mantener el control y el miedo, simbólicamente lo representan al taparse los rostros con capuchas para mantenerse en anonimato porque eso les otorga poder. ¿Y cómo no van a sentirse poderosos si delinquen dentro de la Universidad sin que esto les implique alguna consecuencia? Si hasta fotos se toman con los rectores y quién sabe qué más cosas comparten que, aunque no se hacen públicas, sabemos que suceden porque año con año esta historia se repite y las autoridades universitarias no hacen nada para frenarlo.
La forma criminal de operar de las agrupaciones que controlan la Huelga de Dolores ha sido efectiva, porque cada vez la Universidad se desvincula más de la realidad. Han quedado en la historia aquellas movilizaciones estudiantiles que se organizaban en contra del alza del pasaje, que por cierto en la ciudad de Guatemala ha aumentado de sobre manera sin que haya ninguna reacción, un pasaje en Transurbano llega a costar hasta cinco quetzales.
“La Huelga de Dolores es una fiesta” dice un concursante a Rey Feo, cuyo personaje imita a un “indito” y orgulloso se define como el “indio más indio de Guatemala”, vistiendo un disfraz que reproduce todos los estereotipos racistas contra los que luchamos los pueblos mayas, porque además de folklorizarnos nos muestran como seres tontos y nos ridiculizan. Mientras tanto los (des)honorables comités de huelga han decidido agregarle a sus capuchas y sotanas pedazos de textiles industriales que simulan ser tejidos mayas porque eso los hace sentirse más chapines.
La Huelga de Dolores es una radiografía de la Universidad actual, una institución que se ha venido privatizando sin que haya oposición. La impunidad se campea libre dentro de esta, no sólo en su campus sino también en su accionar porque los delincuentes están adentro y muchos son “profesionales” y autoridades.