La situación del Tribunal Supremo Electoral se ha vuelto patética porque evidentemente no quedan bien ni con Dios ni con el diablo en un momento en que la confianza debiera ser el factor esencial de su trabajo de cara a los comicios de este año. Sus erráticas decisiones respecto a la inscripción o rechazo al registro de ciertas candidaturas se ha convertido en un tema importante en el arranque del corto proceso que terminará en junio pues a la fecha, con la Semana Santa de por medio, no se tienen definidas las participaciones con la certeza que la población requeriría porque varias se han trasladado por la vía de amparo tanto a la Corte Suprema de Justicia como a la Corte de Constitucionalidad que deberá conocer en última instancia.
La magistrada Eugenia Mijangos emitió un durísimo voto razonado disidente tras la resolución que impidió la inscripción de la candidata Thelma Aldana y señala una gran conspiración sobre ese tema en particular, lo que colocaría al TSE dentro de ese siniestro plan para evitarle la participación a la ex Fiscal General.
Pero ocurre que no es el único caso que se dirime en otras instancias, lo que agrava la situación de incertidumbre y falta de confianza en las actuaciones del ente encargado de velar por la pureza electoral, pieza clave del sistema democrático. Pasan las semanas y la ciudadanía no tiene claro cuál será el panorama el día de las elecciones y por lo tanto cuesta tomar decisiones respecto a preferencias de voto.
Pero por si no fuera suficiente todo eso para generar suspicacias y desconfianzas fundadas, ayer el Presidente volvió a las andadas a cuestionar al Tribunal Supremo Electoral y específicamente habló de fraude electoral. A su estilo tan peculiar, hizo señalamientos gravísimos que van más allá de lo que ha venido reiterando sobre el efecto y significado del acuerdo que el TSE suscribió con la CICIG para el tema específico del financiamiento de los partidos políticos. Las palabras del Presidente de la República se convierten en un elemento muy serio que pone en entredicho al TSE porque tras las elecciones serán muchos los que recordarán esas expresiones para cuestionar el resultado.
El Tribunal Supremo Electoral no es una isla sino forma parte de todo un conjunto de la estructura política del Estado y, como el resto, también ha sido objeto de captura por intereses perversos. Su integración, con Comisiones de Postulación, permite la cooptación y mucho de ello parece evidenciarse ahora con tanta falta de confianza.