Gladys Monterroso

licgla@yahoo.es

Abogada y Notaria, Magister en Ciencias Económicas, Catedrática de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diploma otorgado por la Corte de Constitucionalidad en 2005, como una de las Ocho Abogadas Distinguidas en Guatemala, única vez que se dio ese reconocimiento, conferencista invitada en varias universidades de Estados Unidos. Publicación de 8 ediciones del libro Fundamentos Financieros, y 7 del libro Fundamentos Tributarios. Catedrática durante tres años en la Maestría de Derecho Tributario y Asesora de Tesis en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

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Gladys Monterroso
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“Lo mejor que la naturaleza ha dado al hombre es la brevedad de su vida”. Plinio el Viejo.

Con el reciente fallecimiento del gran Alberto Cortez, vino a mi mente un trazo de historia, que tiene como centro de la misma, un árbol de eucalipto, que se convirtió en toda una institución en los momentos especiales, y en el diario vivir de una familia.

Actualmente la naturaleza se ha puesto de moda, derivado del calentamiento global, y del asesinato que cometemos consciente o inconscientemente con el ecosistema, pero siempre ha estado ahí, sin embargo el ser humano ha estado ciego a la vida que nos brinda y nos sigue ofreciendo.

Dos niños humildes, que jugaban con los objetos más sencillos, recibieron de su padre una tarde de noviembre dos pequeños árboles de eucalipto, tan pequeños que cabían en sus pequeñas manos, sus padres se dividieron para ayudarlos a sembrarlos, a la niña la ayudó su padre, y al niño su madre, como es de esperar las sensaciones fueron diferentes.

La madre lo hizo con mucho amor, rodeó con trozos irregulares de madera junto con el niño, al pequeño árbol, diariamente lo regaban, utilizando una pequeña y vieja regadera, la niña hacia lo suyo del ejemplo, porque el padre trabajaba.

Una tarde de diciembre el padre decidió quemar desechos, desafortunadamente no se dio cuenta que la quema la realizó cerca del árbol de la niña, tan empeñado estaba en su labor, que no se dio cuenta que quemó el pequeño arbolito, la niña lloró, el padre juró llevarle otro, pero nunca lo hizo.

Afortunadamente el árbol del niño, con el cuidado que le prodigaron niño y madre fue creciendo poco a poco, haciéndolos muy felices, y a la niña también, los años pasaron, los niños crecieron, vinieron más hermanos, el árbol se fue convirtiendo en parte de la familia, cada vez era más hermoso y frondoso, se les fue inculcando a los nuevos hermanos un cierto respeto hacia el árbol, que siguió siendo parte de la numerosa familia.

Todos crecieron, un día cualquiera, al padre un poco mayor se le ocurrió cortar casi a la mitad el símbolo familiar, se convirtió en una tragedia, hubieron llantos, reclamos, él comprendió la importancia emocional de aquel que creció altísimo rodeado de flores silvestres, dando sombra a la familia y sus descendientes.

Un aciago día, unos delincuentes cortaron la vida del niño del árbol, que ya se había hecho un hombre, se graduó de arquitecto, tenía dos preciosas hijas, una excelente esposa, y un hogar lejos del eucalipto, pero siempre que podía lo visitaba, porque a pesar del corte, se reinventó y creció más alto aún, sin embargo quien cuidó sus pequeñas hojas y su madre que le enseñó a cubrirlo con trocitos de madera, ya no eran parte de este mundo.

Viene a colación lo anterior, porque en este mundo lleno de carreras por ser el primero, por tener más dinero, más poder, en el que se ponen zancadillas unos a otros, y en el que el amo del orden mundial es el dinero, representado de diferentes formas, la amistad pasó a ser un aparato electrónico con el que hablamos, e interactuamos.

Existen aún otras formas de sentimientos, y esos son los que pueden producir seres vivos que forman parte de nuestra historia, en mi caso, tuve una madre y un hermano que ya cruzaron el umbral de la vida, pero nos dejaron un eucalipto imponente que les sobrevivió, y que en su savia tiene parte de su cariño.

Alberto Cortez hiso prosa de tantas historias, que singularmente muchos hemos vivido, la trova seguirá viva, mientras sigamos albergando sentimientos que superen los aspectos negativos del ser humano, en un país convulsionado, dividido, y lleno de rencor, hay miles de árboles que alguien sembró, detengámonos a apreciarlos, porque son vida y nos la dan.

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