Madrid/Europa Press
El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se presenta a las elecciones de mañana en un delicado momento en cuanto a su imagen se refiere, si bien los sondeos apuntan a que, aunque quizá no se haga con la victoria electoral, la derecha podría obtener la mayoría parlamentaria y auparle a un nuevo mandato.
Netanyahu, que ocupa el cargo desde 2009 –tras un mandato de tres años en los noventa–, aspira así a superar a David Ben Gurión, padre fundador de Israel, como primer ministro con un mandato más largo al frente del país, algo que lograría en julio en caso de lograr formar Gobierno.
El primer ministro israelí nació en 1949 y creció en Tel Aviv, por lo que en junio de 1996 se convirtió en la primera persona nacida en el país en acceder al cargo, que abandonó en julio de 2009, cuando fue sucedido por Ehud Barak.
Netanyahu se trasladó junto a su familia a Estados Unidos durante su adolescencia, en un primer contacto con el país, al que volvería en los ochenta como agregado diplomático, cargo desde el que ascendió hasta ser nombrado representante permanente de Israel ante Naciones Unidas (1984-1988).
Previamente, el actual primer ministro se había unido al Ejército después de la Guerra de los Seis Días (1967) y entró a formar parte de una unidad de las fuerzas especiales con la que participó en varias misiones entre 1968 y 1973, además de la Guerra de Yom Kippur (1973), ascendiendo hasta el rango de capitán.
Tras su salida del cargo como representante israelí ante la ONU, Netanyahu se convirtió en líder del Likud en 1993 y se impuso en las elecciones generales disputadas tres años después, lo que le permitió además convertirse en el primer ministro más joven del país.
Después de su derrota en los siguientes comicios ante Barak, ‘Bibi’ se trasladó al sector privado, si bien volvió al Ejecutivo en 2002 tras ser nombrado Ministro de Exteriores, puesto que ocupó hasta 2003, cuando fue nombrado para encabezar la cartera de Finanzas.
Sin embargo, sus disputas con el entonces primer ministro, Ariel Sharon, especialmente por su decisión de ‘desconectarse’ de la Franja de Gaza, le llevaron a abandonar el Ejecutivo y volver a ser nombrado al frente del Likud.
Al frente de este partido logró volver al puesto de Primer Ministro al frente de un gobierno de coalición tras las elecciones de 2009, en las que el entonces presidente, Shimon Peres, le dio mandato para formar Ejecutivo a pesar de haber quedado en segundo lugar, dado que el bloque derechista era más amplio que el de la líder de Kadima –que ganó los comicios–, Tzipi Livni.
Netanyahu logró también ser reelegido en las elecciones de 2013 y 2015, en ambos casos formando unas coaliciones que no han estado exentas de tiranteces y se han visto sacudidas por numerosas dimisiones, especialmente en torno a sus políticas hacia los palestinos.
En esta ocasión, su imagen se ha visto dañada por el anuncio del fiscal general, Avichai Mandelblit, de que tiene intención de imputarle por corrupción, unas acusaciones que él rechaza y que ha tildado de «caza de brujas» por parte de la «izquierda» israelí.
Sin embargo, el Primer Ministro ha recibido una serie de impulsos desde el extranjero, especialmente después del anuncio del presidente estadounidense, Donald Trump, de reconocer la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, ocupados a Siria.
Esta decisión se sumó al reconocimiento de Washington a Jerusalén como capital del país y el traslado de su Embajada a esta ciudad y se enmarca en la mejora de las relaciones entre Israel y Estados Unidos desde la llegada de Trump a la Casa Blanca.