Víctor Ferrigno F.
Indigna saber que Guatemala es uno de los países más desiguales del planeta, pero subleva más conocer a qué niveles ha llegado esa infamia que cuesta miles de vidas y le niega presente y futuro a tres cuartas partes de la ciudadanía.
Gracias a un reciente estudio de Oxfam, sabemos que el 1% de las personas con mayores ingresos perciben lo equivalente al 50% de las de menores ingresos, provocando que en el primer grado de Primaria de algunas escuelas indígenas rurales, la desnutrición crónica sea 60 veces mayor que en planteles capitalinos de no indígenas.
La cruenta desigualdad que vive Guatemala es una construcción de la avorazada clase dominante del país, afianzada por siglos de injusticia, avaricia e impunidad. Esa realidad es la que retrata, con datos duros, el estudio de Oxfam, intitulado: “Entre el suelo y el cielo. Radiografía multidimensional de la desigualdad en Guatemala”, publicado el pasado 28 de marzo.
Para el análisis del fenómeno, se utilizó un nuevo marco teórico desarrollado por Oxfam y la London School of Economics, que mide la desigualdad más allá de la esfera económica, evidenciando su carácter multidimensional, por lo que afecta todos los ámbitos de la vida humana, en este paraíso desigual llamado Guatemala.
Según el estudio, las principales causas de la desigualdad en Guatemala son los imaginarios dominantes (racistas y sexistas), el modelo de desarrollo y su estructura económica, y el papel del Estado en la perpetuación de los privilegios de una minoría. Las normas e instituciones se han creado para preservar un sistema de concentración, reproducción y ampliación de riqueza y poder. Sostiene que la captura del Estado por élites legales e ilegales perpetúa esta realidad y evitan la alteración del statu quo.
Elaborada por la acuciosa investigadora austríaca Susana Gauster, con el apoyo de académicos de la Universidad Rafael Landívar, la investigación analiza seis ámbitos de nuestra desigual realidad; a continuación consigno algunos de los hallazgos obtenidos.
La salud es un privilegio que solamente está al alcance de quienes pueden pagarse servicios privados, ante la carencia de un sistema de salud preventivo y curativo, lo cual impide a los pobres tener una vida saludable, para realizarse en los demás ámbitos humanos. Además de la desnutrición crónica, esto provoca que la mortalidad infantil sea tres veces mayor entre los más pobres, comparada con los más ricos. O que el embarazo entre adolescentes sin estudios sea casi cinco veces mayor que entre universitarias.
La seguridad personal y jurídica es solamente para quienes puedan pagarla. Hay diez veces más agentes privados que policías civiles.
El analfabetismo es tres veces más frecuente en mujeres indígenas que en hombres no indígenas. Quienes no son pobres gozan de 38 veces más posibilidades de acceder a educación universitaria que los extremadamente pobres.
El equipo de autores considera que en Guatemala la democracia está secuestrada por un sistema mercantilizado de partidos políticos, y por sectores económicos, militares y mafiosos que tienen capturado el Estado, y se oponen a cualquier intento por acabar con la corrupción y la impunidad.
Lo anterior se comprobó el lunes pasado, por las valientes denuncias de la magistrada del TSE, María Eugenia Mijangos, quien en su voto disidente sostuvo que ese Pacto de Corruptos se ha coludido y conspira para evitar la candidatura de Thelma Aldana y Jonathan Menkos.
La infame desigualdad es hija de la impunidad, por lo que en las próximas elecciones no vote por los candidatos que ayer y hoy nos hacen vivir en un infierno.