Los accidentes de tráfico serán la tercera causa de carga de morbilidad mundial (Años de vida ajustados por discapacidad). Foto la hora: AP.

Alfonso Mata
lahora@lahora.com.gt

PANORAMA ACTUAL
Pareciera que nos volvemos indiferentes a todo. Ni la sociedad, ni pilotos, trasportistas y autoridades, han tomado conciencia de la importancia de los siniestros de tráfico y de su impacto sobre la salud y la calidad de vida, y no parece que se hayan encontrado mecanismos eficaces para enfrentarse al problema, y en el ambiente no hay muchos motivos para el optimismo sobre ello.

 

Cada año pierden la vida más de 1,000 personas por esta causa y de los lesionados, ignoramos cómo quedaron y qué es de su vida y su bienestar, no tenemos información alguna. Para dentro de un año según las proyecciones de la OMS, los accidentes de tráfico serán la tercera causa de carga de morbilidad mundial (Años de vida ajustados por discapacidad).

En el orden económico, el coste de las lesiones por accidente de tráfico es enorme. En el mundo, aproximadamente el 50% de las víctimas mortales por accidentes de tráfico son jóvenes de edad comprendida entre los 15 y 44 años de edad que les deja con producción y productividad laboral por debajo de los no lesionados. Por otro lado, tratamientos y recuperación de los lesionados, representa para los sistemas de salud un costo altísimo que pudo evitarse.

ETIOLOGÍA

El problema es multicausal. Los factores clave presentes en la producción de los percances de tráfico de mayor gravedad son comportamientos y conductas humanas y no infraestructura o estado de los vehículos. Conducir bajo los efectos del alcohol, el exceso de velocidad; no cumplir las normas de seguridad vial, sobrecarga a los vehículos, no utilizar los cinturones de seguridad, son sólo alguno de esos elementos. El no uso de casco y la carencia de los dispositivos de seguridad en el caso de motoristas se suma a lo anterior, y actuando en un segundo plano, probablemente en menor grado de importancia, las deficiencias en el trazado de las carreteras y en el entorno de las calzadas, y las deficiencias en el estado de los vehículos. Es pues más que evidente, la importancia de las actitudes y de las conductas de los usuarios de las vías públicas, en la generación de las circunstancias que determinan la producción de los accidentes.

Pero lo más básico es que resulta claro también, que estas actitudes y conductas individuales mencionadas, tienen origen y soporte en una cultura y en normas sociales en los que aún se privilegia la irresponsabilidad que se etiqueta como «capacidad» o «destreza» y a eso se suma de manera muy importante que vivimos inmersos en una sociedad que no reconoce que cualquier comportamiento humano, debe basarse en primer lugar sobre la responsabilidad, la seguridad y el respeto a los derechos de los demás antes que en mis gustos y apetencias. Hemos olvidado que el mundo no fue creado para mí, sino para que yo viviera dentro de él.

PRIMERO LO SOCIAL

Hay varias lecciones que nos deja la reflexión anterior: Debemos retomar que resulta intolerable resignarnos a que la pérdida de tantas vidas, y el dolor de las víctimas y de su entorno, se vuelva socialmente algo que no pasa de despertar un sentimiento de solidaridad que termina al retirar la noticia de los medios, tanto para el ciudadano como para las autoridades. En segundo lugar, la gravedad de las consecuencias que los accidentes pueden tener para la salud, exige un esfuerzo para lograr una mayor sensibilización sobre las repercusiones sanitarias y los costes sociales y económicos a la población y a las autoridades. Sin lograr cambiar eso, el pagano político de la fiesta es el sistema de salud y en tercer lugar, es urgente promover que las vías públicas, los diferentes grupos de usuarios que en ellas se mueven, entiendan que son espacios de convivencia y de uso común en donde la irresponsabilidad termina en muerte o impedimentos para inocentes.

Solo después de entender y concientizar lo anterior, debemos entrarle a esfuerzos dirigidos a la prevención de los accidentes de tráfico dirigido a detección de comportamientos y actuar sobre ellos.

 

LOS COMPORTAMIENTOS Y LA EDUCACIÓN

Ante la evolución de aceptar las constantes cifras de muertos y heridos con incomprensible pasividad o resignación, sin la más mínima rebeldía como si se tratara de algo consustancial a la propia vida moderna y a su motorizada libertad de movimiento y como costo del progreso, es necesario entrarle a un cambio de actitud que permita como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS) poder decir: «el accidente no es accidental y por ello se puede evitar».

No podemos olvidarnos que el accidente de tráfico se produce fruto de un complejo entramado en el que se encuentran implicados el vehículo y su estado, las circunstancias de la vía por la que se circula, pero es fundamentalmente el respeto y eficacia de las normas y la situación en que se encuentran las capacidades psicofísicas de los conductores y su nivel de formación el que a la larga pesa. Todos los estudios mundiales coinciden en calificar la conducta humana como el elemento que explica de un 70% a un 90% de los accidentes. Eso implica lo individual, pero también debemos fijarnos en la falta de cumplimiento de los reglamentos de transito por las autoridades responsables de ello. Velocidad excesiva, el uso de alcohol y otras drogas, fatiga y las distracciones, son elementos sobre los que hay que actuar para que no se den incorporando a todos los niveles de educación, la materia de seguridad con una formación de hábitos empezando por los pequeños. Cabe preguntarnos cuántos conductores saben los riesgos que afuera existen como evitarlos. Si conocen los efectos en la conducción de los principales fármacos que pueden estar ingiriendo; si saben que conducir a 37 grados centígrados dentro del vehículo es conducir como con tres copas; que la depresión o el estrés son un grave factor de riesgo; que conducir con el móvil en una oreja es no ver 40% de las señales a partir del segundo minuto de conversación.

Se quejan los expertos de que aún queda mucho por investigar sobre este tema: la investigación en materia de seguridad vial aun es precaria y limitante a la hora de aplicar soluciones y medidas serias que frenen la siniestralidad. La OMS asegura que salubristas y público, debemos mentalizarnos de que la solución de los problemas del tráfico y la seguridad vial son tan científicos, como los del sida o los del cáncer y, por ello, sólo desde una fuerte inversión en investigación, encontraremos soluciones rigurosas que protejan con seguridad la vida de las personas.

DIFICULTADES

Una buena política debe primero enfocarse en la complejidad que va teniendo la densidad de población en las ciudades, ello incide sobre el propio sistema de tráfico. En segundo lugar, las sociedades conducen como viven, como son y como están, de manera que mucho de lo que ocurre en el complejo entramado del tráfico no es más que el reflejo de lo que sucede dentro de una sociedad: hacinamiento, estrés, violencia, agresión, anomia. En tercer lugar, el súbito recrudecimiento de los riesgos en un momento menos esperado, la accidentalidad, va en aumento producto del ambiente. El tráfico está, en general, inexorablemente sujeto a la aparición de cualquier fenómeno aparentemente ajeno a él como sería el caso del uso masivo de los teléfonos móviles, con alta incidencia en la siniestralidad.

Finalmente J. Waller experto en el campo, ha señalado la contradicción que existe entre los ciudadanos usuarios de vehículos con motor, que por una parte solicitan medidas que disminuyan los accidentes y a la vez no aceptan intervenciones que vaya en detrimento de su «supuesta libertad individual» en el uso y disfrute del potencial del automóvil.

En todo caso, es obligación de toda la sociedad prestar más atención a la siniestralidad vial haciendo los esfuerzos imprescindibles para adoptar todas las medidas posibles para frenar esas trágicas muertes, porque estamos hablando de muertes evitables, y como dijera el poeta francés Víctor Hugo: «Cuando una muerte es evitable, dejar morir es un crimen imperdonable».

 

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