Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

El amor en tiempos digitales es una versión sofisticada del mismo sentimiento humano. Ya no hay cartas escritas en papel, con puño y letra, ni telegramas mínimos, pero sí, correos electrónicos, mensajes en WhatsApp y emojis.  No somos mejores para expresar nuestras emociones, participamos del mismo despliegue de sensaciones motivados por la experiencia hormonal.

Eso no quiere decir que la realidad sea sencilla.  De ninguna manera.  Como me lo contó un amigo agobiado de invitaciones inoportunas, ventas de viagra y grupos de amigos que envían imágenes indecorosas. “No tengo opción que soportarlo todo, porque no puedo aislarme del mundo”, me dijo. Con el temor constante de ser descubierto hasta por sus hijos en un abrir y cerrar de ojos.

La complejidad es lo nuestro. Período difícil para el amor y el compromiso. Ejército de enamorados y enamoradas pidiendo la mano (es una metáfora), ofreciendo amor eterno en medio de la fragilidad y los tumbos de la vida. Pitecántropos digitales sobrepasados por las imágenes y la química que descontrolan y desajustan la vida.

“Así es, me dijo Claudio, considérame víctima de la era de la información. Borracho, me desbloquearon el celular, sistema de identificación facial, e hicieron averías. Aún hoy pago las consecuencias viviendo en un cuchitril a causa de los problemas de las redes sociales. Deberíamos demandar a Mark Zuckerberg y Google. Son una peste para la tranquilidad del planeta”.

Quizá esa sea la razón de tener amigos decididos a vivir en la prehistoria. Cero redes sociales (Twitter, Facebook e Instagram), nada de teléfonos inteligentes ni GPS, tranquilos, hechos a la mar de las emociones en cayuco. Persistiendo en lo analógico, enamorando a la antigua, con rosas, cartas y visitas puntuales para sentir el amor como troglodita.

“Me funciona, insiste Víctor, la adrenalina es verdadera, se te paran los pelos y tienes acceso a cuerpos reales. Sin esas mediaciones de las fotos ni las imaginaciones del ‘sexting’. Admitamos que es decadente el amor en nuestro siglo, ya queda poco para que la gente se enamore hasta de la voz de una aplicación, como se mostró en la película ‘Her’. Amo las cavernas, mi estimado, y no intentes convencerme de lo contrario”.

Hemos cambiado y no hay punto de retorno. Vendrán cosas peores, avisan los memes. Y sí, las aguas están agitadas. Quiero pensar, sin embargo, que en medio de tanto pantano y aguas movedizas, hay una esperanza en el corazón humano. No sé, es un sentimiento que no quiero registrar en un blog y que deseo grabar en lo que todavía hay de humano en mí. Si es que queda algo, pues no sé si existimos en una realidad virtual controlada por un jugador perverso enclavado en algún lugar del universo.

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