Juan José Narciso Chúa
En estos tiempos de candidaturas y de propuestas resulta atinado dedicarle unos minutos a reflexionar sobre la cuestión de la innovación. Pero qué significa, para empezar esta reflexión, la innovación. Su etimología deviene del latín innovatio, que significa crear algo nuevo y está formada por el prefijo in que significa “estar en” y novus que significa nuevo, en todo caso su significado puede comprenderse como toda acción de cambio, de renovación, de introducir mejoras, de generar novedades, de transformación.
Cuando se utiliza la innovación en diferentes campos de la vida, tales como la educación, la salud, la gestión pública, la gestión privada, la provisión de servicios, la venta de bienes, la comercialización y la comunicación, implica buscar formas nuevas o mecanismos distintos que condensen mejoras o que busquen reformas, que planteen condiciones distintas para mejorar. Entonces la innovación aplica en cualquier ámbito de la vida en donde sea sujeto de cambio.
Pero el cambio, a pesar de introducir, condiciones distintas o de introducir tecnologías o de mejorar procesos, no es tan fácil aceptarlo y muchos humanos se enfrentan, ante la potencialidad de una transformación, a la denominada Resistencia al Cambio, un concepto acuñado hace muchos años en la psicología organizacional, que considera la dificultad que enfrenta cualquier persona ante un nuevo desafío que implica moverse de una situación de comodidad o experiencia, en donde priva el hecho de que ese proceso, esa forma de responder, esa gestión, la ha hecho ¡¡¡y bien!!!, durante muchos años, pero que hoy es preciso avanzar hacia una nueva etapa que significa modificar y hasta abandonar prácticas que se venían realizando con anterioridad.
Esa denominada Resistencia al Cambio, no es fácil de superarla. Primero, porque por el hecho que ya se venía haciendo sin problemas. Segundo, porque cualquier cambio que enfrentemos en la vida nos expone al hecho de fracasar. Tercero, que reconocer un traspié tan grande como fracasar en varios intentos de cambio, resulta vergonzoso y nos bloquea el miedo de continuar. El gran problema es que todo es mutante, todas las esferas de la vida necesitan cambiarse, todo cambia como la vieja canción de Mercedes Sosa, tan profunda y tan cierta pues la vida misma cambia, como dice la canción: Cambia lo superficial/Cambia también lo profundo/Cambia el modo de pensar/Cambia todo en este mundo. Por ello pretender resistirse o diferir o postergar el cambio resulta absurdo, igual llegará.
Incorporar la innovación implica reconocer que todo debe modificarse, puede ser un ligero cambio, pero también puede ser una transformación total, por ello es necesario reconocer que la vida demanda encontrar espacios para mejorar el pensamiento –esto también cambia–, implica reconocer que la vida en sociedad es otra –que todo lo que ha cambiado es necesario asimilarlo y tolerarlo–, pero aún más que el futuro demanda transformaciones profundas.
Nuestro país, nuestro sistema político, nuestro modelo económico, nuestra matriz social, nuestro sustrato cultural, demanda la incorporación de cambios de distinto calado para avanzar, en algunos casos cambios pequeños, pero seguros, pero en otros cambios de profundidad que intenten posicionarnos como un país y una sociedad diferentes, latente el interés por cambiar, apremiante la necesidad de hacernos testigos directos de nuestros cambios, nosotros mismos debemos ser innovadores, para propiciar cambios, para profundizar transformaciones. No podemos permitirnos quedarnos en un pasado, que nos traba el presente, pero peor aún que nos hipoteca el futuro. Es necesario innovar, debemos pensar en cambios permanentemente.