Juan de Dios Rojas

Cuando vemos y oímos, sumamente preocupados, en condición de vecinos el relajo, de otra manera decir, viene a ser una tangible y clara falacia. Digan lo que digan en su ofensa constituye solo también, palabras que se las lleva el viento, además ahora con el gravante de los aguaceros torrenciales, remedio diluvial, pendiente de un Noé dispuesto a construir el arca.

Continuemos, a menos los lectores no les agraden dichos asuntos, pese a las consecuencias consiguientes, del orden negativo. Las trancazones aludidas afectan sobremanera el correcto funcionamiento del sistema nervioso en escala creciente. Por igual, conductores en general, como el vecindario por donde circulan causando un ruido tremendo, los decibeles quedan en el olvido.

La infraestructura vial tiene semejanza de más y más depredación, debido al auténtico maremágnum acontecido toco fin de semana. Desde luego afectando sobre manera las rutas que comunican forzosamente con los accesos a nuestra metrópoli, anegada de lagunas y cráteres encargados de incrementar con superior intensidad y no expeditar, resulta obvio el aludido nudo gordiano potente.

No descartemos ni un minuto siquiera el consumo de la gasolina y/o diesel. La descomunal e ingrata trancazón semana tras semana, implica un desembolso al adquirir carburantes en permanente alza (¿?), en menoscabo seguro de las débiles economías de una inmensa mayoría de connacionales, afectando en extremo la economía, aspecto fundamental que indica esa causa de desembolso.

Harto sabido viene a ser también que las susodichas trancazones, establecidas por fuerza ce la costumbre y necesidad (con cara de chucho) tiene un lado favorable para la economía informal, decidida al aprovechamiento de esos problemas. Ubicados donde está mucho más presente el caso referido semanal, se instalan en cualquier pulgada de terreno para ofrecer su vendimia.

Una cosa trae otra, mediante el uso de los teléfonos celulares, inclusive indispensables por otra y gracia de la moderna tecnología, además tentación que activa las mentes delincuenciales, se hace presente entre el barullo y torre de Babel imperante, donde la PNC y a veces solo la PMT, ojo al cristo para controlar y echarle el guante a los infiltrables pandilleros.

Hasta la salud sale afectada hemos mencionado. Empero, el caso adquiere naturaleza mayor cuando en el interior de algún automotor viaja una persona en condiciones críticas de salud. La angustiosa espera se refleja de inmediato en los viajeros, empero mucho más el ser humano urgido de un chequeo médico, y cumplir con su tratamiento que pierde tiempo señalado en cierta hora.

Artículo anteriorEl romanticismo musical de Robert Schumann
Artículo siguienteAntecedentes de las crisis hospitalarias