Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

post author

Por: Adrián Zapata
zapata.guatemala@gmail.com

La revolución cubana fue trascendental para América Latina en el siglo XX.

La definición de esa revolución como socialista provocó el brutal embargo decretado por los Estados Unidos que pudo haber asfixiado completamente esa economía. La vinculación de la isla al campo socialista de entonces, encabezado por la Unión Soviética, permitió a la revolución vincularse económicamente a nivel internacional, con términos de intercambio más justos.

Con la caída del campo socialista, Cuba se quedó dramáticamente aislada, dando lugar a que se produjera el llamado “período especial”, durante el cual ese pueblo resistió el intento de doblegar y destruir el proyecto socialista. El resultado fue que una vez más sobrevivió y logró alcanzar un nuevo escenario.

Sin embargo, las limitaciones para la población fueron grandes y hubo reversiones en los logros que se habían alcanzado antes del período especial.

Cuba tiene el reto de hacer ajustes en su sistema económico y político para adaptarse al mundo actual. El socialismo no puede ignorar la realidad mundial prevaleciente y tampoco puede desconocer las lecciones aprendidas.

Es en el anterior contexto, simplistamente referido, que se produce en Cuba la semana pasada la aprobación de la nueva Constitución. Respecto de este hecho político hay dos dimensiones que me parecen relevantes.

La primera está referida al éxito político que significó la consulta misma. El Comité Electoral Nacional reportó que acudieron a las urnas el 84.4% del total de electores. El 73.3% de los empadronados votaron por el SI y el 7.7% dijeron NO. Estas cifras se mostrarían orgullosamente por cualquier “democracia occidental”, si hubiera sido una consulta hecha en sus países. Previamente, el texto constitucional había sido aprobado por la Asamblea Nacional del Poder Popular y se había realizado un proceso nacional de amplia participación de base.

La segunda dimensión a la que me quiero referir escuetamente, aunque sin duda es la más importante, es su significado estratégico para el rumbo del socialismo cubano en el presente siglo. Rafael Hernández, intelectual cubano, escribió: “La Constitución no es un punto de llegada, sino de partida. Sólo se podrá medir, desde ella misma, si resulta respetada y aplicada en su legra y espíritu”. Es claro también cuando indica que ella es “una estación en un camino hacia la transformación del modelo político y económico, que está por delante… es parte de una matriz de transición que incluye factores sociales, culturales, políticos…”. La califica como un cambio de época en la vida cubana.

Es fundamental entender que esa transición no es una vuelta al capitalismo y el abandono del proyecto histórico del socialismo. Es, en esencia, el salto cualitativo que permita rectificar las visiones esquemáticas y deterministas, entendiendo la realidad mundial prevaleciente. El debate está abierto para los cubanos en primer lugar, pero también para quienes puedan aportar desde afuera. No se podrá evitar la propaganda de los medios reaccionarios internacionales, pero ese será ruido “nomás”.

Artículo anteriorUn tsunami llamado Obrador
Artículo siguienteA dos años de la tragedia del Hogar Inseguro