Víctor Ferrigno F.
“Es un honor estar con Obrador”, es la consigna que millones de mexicanos corean durante las apariciones públicas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el presidente de México, que ha iniciado un cambio de régimen en un país que estaba sumido en una rampante corrupción y en una sangrienta inseguridad pública.
La popularidad del Presidente tabasqueño ha aumentado exponencialmente, cuando apenas tiene 100 días de gobierno, y las encuestas más conservadoras le otorgan un 85% de aceptación, y va en ascenso.
Además, ha roto todos los parámetros comunicacionales en México, al grado que casi todos los programas noticiosos o de opinión vienen en vertiginosa picada, pues todas las mañanas de 7:00 a 8:00 h, comparece ante la nación, en una conferencia de prensa llamada La Mañanera, que rompe récords de audiencia, y es retransmitida por decenas de canales de youtuberos. Algunos de estos ya cuentan con más de 100 mil suscriptores, y retransmiten en tiempo real en México y en EE. UU. donde viven 40 millones de mexicanos.
La audiencia de La Mañanera crece, AMLO impone la agenda política diaria, los reporteros no pueden dejar de asistir y los analistas tienen poco que decir, pues el Presidente expone el tema central del día y responde a todos los cuestionamientos de la Prensa.
AMLO fue electo por 30 millones de mexicanos, superando la votación de todos los demás partidos juntos, lo que le permitió obtener mayoría en el Senado y en el Congreso, gracias a lo cual logra la aprobación de todas sus reformas legales, incluidos cambios constitucionales.
Siendo Presidente electo, antes de tomar posesión, pudo participar en la renegociación del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y Canadá, logrando dejar fuera el tema energético, lo cual le ha permitido iniciar una profunda reforma en esa materia, en la perspectiva de alcanzar la soberanía y autosuficiencia energética nacional.
En un mes frenó en un 85% el robo de combustible de los ductos, lo cual significaba una sangría anual de 65 mil millones de pesos a Pemex, la empresa petrolera nacional, principal fuente de ingresos del erario mexicano. Incrementarán la extracción de crudo, y ya están reactivando siete refinerías y construyendo una nueva en Tabasco, para producir gasolinas ya que, absurdamente, México importa más del 60% de lo que consume.
Al tomar posesión, también abordó los otros tres temas torales de México: la pobreza y la migración, la corrupción y la inseguridad pública. El primero lo enfrentarán con las llamadas cortinas de desarrollo, de sur a norte, efectuando una inversión pública multimillonaria, y generando millones de empleos permanentes.
La corrupción está siendo combatida en todos los frentes, y aplican una drástica austeridad republicana. La inseguridad la enfrentan con medidas preventivas, otorgando becas a todos los estudiantes del país, e impulsando un ambicioso programa de aprendizaje laboral en empresas para tres millones de jóvenes; además de la creación de la Guardia Nacional, con efectivos del Ejército y la Marina, pues las policías están podridas de corrupción.
El peso mexicano se fortaleció ante el dólar, la inversión extranjera crece, logró acuerdos político-económicos con el gran capital, y derrota a las calificadoras de riesgo.
En el ámbito internacional, México maneja ahora una política soberana y autónoma, construyó buenas relaciones con EE. UU. y, junto a Uruguay, será el mediador en el conflicto de Venezuela, asumiendo un liderazgo continental.
No me alcanza el espacio para reseñar los primeros 100 días de gobierno obradorista, pero ya se le califica como un tsunami político que gobernará México los próximos 30 años, transformándolo. ¿Y nosotros cuándo?