Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Las autoridades del Tribunal Supremo Electoral están preocupadas por la indiferencia y apatía de un enorme contingente de jóvenes que ni siquiera piensa en empadronarse ante la proximidad de las elecciones, lo cual si bien constituye un serio problema también resulta comprensible porque la ausencia de seriedad en nuestro sistema político no estimula la participación ciudadana que, ni siquiera entre ese inmenso cartón de lotería que será cada una de las papeletas electorales, puede encontrar un planteamiento esperanzador y concreto sobre cómo sacar adelante el país y terminar con la podredumbre que caracteriza nuestro sistema político.
En el mejor de los casos, si el elector terminara pegándole y eligiera a alguien capaz y honesto para la Presidencia, todos sabemos que el Congreso, que debería acompañar cualquier proyecto de reformas serias, terminará siendo igual o peor que el que tenemos actualmente porque en ese campo hay muy poco donde escoger y, lo peor de todo, el sistema facilita que se pueda colar la escoria aún por el sistema de minorías que llegan a convertirse luego en las mayorías decisivas.
Si la juventud que tiene un inmenso peso electoral se mantiene alejada e indiferente, no tenemos mucha esperanza de avanzar seriamente hacia un cambio significativo en el panorama de la Nación. Y ello ocurre justamente cuando se hace el mayor esfuerzo en la historia del país por empoderar a cientos de miles de personas que se aglutinan tras el ofrecimiento fantasioso de una indemnización de 85 mil quetzales para cada uno de los que prestaron servicio militar. Se habla de más de un millón de personas que se han ido incorporando al grupo para convertirse en formidable fuerza política, muy superior a la de los patrulleros de autodefensa civil, gente que tiene la costumbre y disciplina para obedecer órdenes, y por lo tanto serán un voto muy disciplinado en las próximas elecciones.
El panorama electoral no llega a aclararse porque en estos últimos días antes de que se abra la campaña se verá toda clase de acciones para condicionar participación de candidatos que puedan poner en peligro al sistema o comprometer la posición de quienes sienten que tienen todo el poder político para ser electos en aquella costumbre, rota hace cuatro años, de que a alguien le toca simplemente porque ya tuvo participación en el pasado.
Todas las fuerzas se unirán para librarse de amenazas que puedan comprometer sus posibilidades y por ello es que vienen días de ajetreo no sólo político sino legal, confiando ellos en que existe una Corte Suprema de Justicia que juega con dados cargados y que así como ha exonerado a algunos políticos y castigado a otros, lo volverá a hacer en horas decisivas para asegurar la protección de los más preclaros miembros del tristemente célebre Pacto de Corruptos.
Y es triste decirlo, pero en medio de ese alboroto es comprensible, de alguna manera, que la juventud muestre su falta de interés en un proceso que no tiene mucho de transparente y que, en cambio, ya pinta como una perversa jugarreta para que todo siga igual y que continúe la fiesta de la corrupción.