Adolfo Mazariegos
Hace algunos días leí un breve reportaje acerca de cómo una joven científica guatemalteca (Ingeniera en biomedicina y Ciencias Ambientales) que había empezado a estudiar Medicina en la Universidad de San Carlos de Guatemala y que a los pocos meses obtuvo una beca para estudiar en Taiwán, ha empezado a desarrollar en aquel país una cura para el cáncer terminal. Su nombre es Andrea Celeste del Valle. No tengo el gusto de conocerla personalmente ni había escuchado hablar de ella con anterioridad, sin embargo, y con toda seguridad (ojalá), volveré a escuchar de ella en el futuro, puesto que su trabajo es de trascendencia para el mundo entero. Desconozco en qué fase se encuentra o cómo ha sido el desarrollo del mismo, pero, de concretarse tal como se espera, sin duda significará un avance considerable para la medicina y para la ciencia en general a nivel global. Ahora bien, su caso en particular y su importante logro quizá pueda parecer para algunos un asunto fortuito, producto de circunstancias específicas y coyunturales, o de posibilidades puramente personales. Yo preferiría no considerarlo de forma tan simplista. Por el contrario, casos como el de la profesional que aquí nos ocupa, revelan no sólo el esfuerzo que personas como ella realizan a diario por alcanzar un objetivo, también evidencian la tremenda capacidad y voluntad de muchos guatemaltecos que tan sólo necesitan una oportunidad para demostrar los incalculables aportes que pueden realizarle al país y al mundo entero desde plataformas y áreas de trabajo diversas…, pero, ¿podría la doctora del Valle haber realizado su investigación en Guatemala y lograr los resultados que en pocos años ha conseguido en Taiwán? La respuesta es incierta, pero seguramente muchos coincidiremos en que muy probablemente las circunstancias y las posibilidades de trabajo y desarrollo en su área en el país no se lo habrían permitido (por lo menos, no en el tiempo y con el alcance que ahora tiene). La mayoría de guatemaltecos que hoy día destacan en distintas partes del mundo en diversas áreas del quehacer humano, han conseguido sus metas con puro esfuerzo personal, atreviéndose a nadar contra la corriente y lejos de la tierra que un día les vio nacer. Desde actores, pintores y músicos, hasta científicos, académicos y escritores, han alcanzado la fama y el éxito (que no son lo mismo) gracias a su perseverancia, a su dedicación, a su preparación y a su esfuerzo, y sus logros nos llegan desde lejos como hazañas ajenas (que en cierto modo lo son) en lugar de que pudiéramos exportar el producto de su trabajo y conocimientos en beneficio de millones de seres humanos. Guatemala debe sentirse orgullosa de esos cerebros que son prácticamente expulsados por falta de oportunidades y espacios, y las autoridades deben entender que este país es mucho más que “mano de obra barata” (como aquél desafortunado comentario). La doctora del Valle y otros que seguramente están en la lucha, son ejemplo de que en Guatemala, hay gente capaz de brindar una esperanza.