Mario Alberto Carrera
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Le venía contando en mi columna anterior -lector que me sigue en estas danzas de escribidor- lo que escuché ¿o se dice vi?, en un programa de noctámbula televisión por cable nacional, respecto de la “gloriosa” sobrevivencia de la tradición ¿o cultura? de la compra venta de casillas en las nóminas sobre todo “diputescas” y “dipucáquicas”. Alguien en tal espacio aseguró que continúa esa costumbre y que las casillas tienen actualmente el costo -ramera carísima por cierto- de un millón de dólares de los EE. UU. Y como sor Juana Inés, tendríamos que preguntarnos quién es más pecador: la que peca por la paga o el que paga por pecar. ¿O sería prostitución en los dos casos…?
Pero antes de seguir desmenuzando estas y otras tradiciones “burdeleras”, quiero decir que ello continúa seguramente en los partidos de viejos ¡y sobe todo viejas!, que han vendido la patria de diversos modos: siendo primeras ministras de facto o cómplices de genocidas que, además, recibieron desde muy antiguo dineros de la Red Moreno. Y viejos (de mañas) candidatos imputados por muchos delitos y que sin embargo han sido inscritos ¡tan campantes!, como tales, por el TSE y su manoseada Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) que con unos es benigna y con otros no, porque se dice que dos magistrados del TSE están también alquilados.
Sin embargo, esto no ocurre en el Partido Semilla, de jóvenes todavía no contaminados por la putrefacción ambiente y liderados por Thelma Aldana quien precisamente ha enarbolado en el país la bandera de la anticorrupción y en abierta lucha contra la impunidad.
¿Será Semilla la excepción de la tradición “cultural” en el hábito de la compra-venta y el clientelismo en el caso concreto de las curules en el Congreso?, ¡Sí!
Tradición, cultura, costumbres, mañas, hábito, uso, estilo son términos que se pueden aplicar a la podrida forma política de hacerse con una silla en el Legislativo. Y como los dizque partidos políticos no son sino una especie de agencia, oficina o mostrador para alcanzar diversos sitios estatales, mediante las mismas formas, acaso podamos hablar ya de una “cultura” de lo descompuesto y averiado -tan enraizada en la vida nacional- que arrancar sus raíces será -acaso algún día- trabajo de titanes.
¿Es imposible hablar y hacer planteamientos éticos y en consecuencia morales en torno de estos menesteres y usos? Es decir, ¿planteamientos en el sentido de cobrar completa consciencia de lo que es estar tan sumidos en la desgracia y en el infortunio?
El día 30 de enero de 2019, elPeriódico traía en su portada y como titular más destacado lo siguiente: “(El) país alcanza la más baja calificación en la historia”. El sujeto de tal tragedia, en este enunciado, es Guatemala. Y amplía: “Durante la administración de Jimmy Morales (In-Morales) Guatemala ha descendido ocho posiciones en el ranquin y se ubica en los últimos lugares de Latinoamérica”.
Pero el hermano de In-Morales se inscribirá, de seguro, como candidato a una curul ¡precisamente!, que habrá comprado por clientelismo o por dinero cash. Su hijo va y viene como le da la gana y su esposa viaja a su aire –estando imputada- y sin que se le dicte arraigo. La “real familia” de exvendedores de plátanos en La Terminal, nos restriega su impunidad por la cara y ello -más la noticia que cito arriba- me hacen pensar en que el rompimiento con el hábito, la manía, la costumbre o la maldita “cultura” de la compra venta de curules, continuará ¿siempre?
¡Ni hablar de Ética en un Estado Paria!, donde hasta los templos protestantes han sido construidos con limosnas piadosas de los narcotraficantes. Y los católicos, “enantes”, con el pisto de los encomenderos.