Jorge Morales Toj
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A mediados de diciembre del año pasado, convoqué a un grupo de líderes comunitarios del municipio de Chicamán, del departamento de Quiché, que están siendo perseguidos penalmente por reclamar su derecho a la tierra. La llegada de un abogado a las comunidades, siempre resulta una noticia que corre y que genera expectativas. De esa forma, un grupo de mujeres Poqomchi’ se enteraron de mi llegada y con paciencia me esperaron en el corredor de una casa, hasta que terminé de conversar con los líderes.
Cuando culminé mi reunión, se acerca el grupo de señoras para contarme una desgarradora historia. Les dije que nos sentáramos y que conversáramos. Tomó la palabra una anciana de piel arrugada por sus setenta años, con su cabello blanco, con una voz dulce y suave y con una increíble memoria comenzó a narrar la historia de un despojo de tierras. Con detenimiento escuché la historia (con el apoyo de una traductora), que ellas son un grupo de mujeres viudas y huérfanas del Conflicto Armado Interno, que sus comunidades fueron arrasadas durante los años de guerra y que les había costado muchos años reconstruir su comunidad y reunificar a sus familias, que están viviendo en medio de una extrema pobreza y que les están quitando su único medio de subsistencia.
En esa lucha por reconstruir su comunidad, lograron que una organización no gubernamental de un país amigo, les comprara 6 manzanas de tierra, para que ellas pudieran tener una parcela pequeña para sembrar lo necesario para sus subsistencias. Pasaron los años y la ONG para garantizar que se mantuviera la colectividad en la posesión y uso de la tierra, donó esta tierra a una entidad religiosa para que la administrara.
Sin embargo, de una forma sorpresiva la entidad religiosa junto con otra persona particular empezó a lotificar la tierra y a venderla a otras personas que tienen recursos económicos, despojando a las mujeres de su derecho a la tierra que una ONG les había donado. En una ocasión visitaron a la entidad religiosa para suplicarles que no vendieran esas tierras, les imploraron a todos los santos para que su petición fuera escuchada y resuelta. Sin embargo, lo que tuvieron de respuesta fue: “para qué quieren esas tierras, si de todas formas cuando se mueran esas tierras no se las van a llevar”. Incluso según contaron las señoras, las han amenazado y les están impidiendo ingresar a las tierras que históricamente han poseído y producido.
Las ancianas viudas y huérfanas derramaron lágrimas contándome con detalle esta triste historia. Lloraban de enojo e impotencia ante esta injusticia. Me suplicaron que les diera todo mi apoyo y asesoría legal para defender su tierra y que se les respete sus derechos humanos. Me advirtieron que no tenían dinero para pagarme, pero que me darían tomates, maíz, frijol, chile, cilantro y eventualmente algo para mi pasaje. Me dijeron que ellas les rogarían a todos los santos para que yo les dijera que sí. Esa mañana me entregaron frutas y asumí el compromiso de apoyarlas y hacer que la justicia prevalezca.
Continuará.