Danilo Santos
Politólogo
desantos.salazar@gmail.com
El empecinamiento de aprobar las reformas a la Ley de Reconciliación Nacional y la Ley de oenegés tiene intenciones más profundas que el mero revanchismo de los que se sintieron por un tiempo acorralados por la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, y veían frente a sus ojos como iban a traer a compañeros de curul o peor aún, a los todopoderosos hacedores y dueños de la base económica del país. Tienen como objetivo consolidar el poder conservador por las próximas décadas. ¿Cómo? Primero demostrando que es posible y además una obligación de buenos cristianos y cristianas, perdonarnos, “ellos” nos perdonan… Que salga gente que está en la cárcel por dicha Ley, solo es un plus producto de buena calidad. Quién se resistirá al discurso del perdón, a nivel de mensaje es poderoso y cruza a evangélicos y católicos por igual. Bien entonces, aquellos que no quieren que se reforme la Ley, no quieren perdonar, quieren vivir en conflicto y por eso la Ley de oenegés; porque luego de mostrarse como mensajeros de la paz y mansas palomas, y se presenten ante el “pueblo de Dios” (los votantes pues) hablarán en las tarimas de que el país está como está por ese grupito que abraza valores contrarios a lo que el Señor quiere (lo que no dirán es que hablan del Señor/a oligarca). Aprobada la Ley, podrán castigar el financiamiento que reciben las organizaciones que defienden los Derechos Humanos en el país (extremo que sería innecesario sino estuviéramos como estamos, sino hiciera falta la CICIG). En fin, la culpa del desastre nacional lo tendrá la izquierda, las ideologías y la injerencia extranjera. No quienes construyeron y controlan la economía a través de la política.
Es entonces cuando pienso en el libro Cambiar el Mundo sin Tomar el Poder de John Holloway, habla sobre el significado de la Revolución como rechazo a la sociedad capitalista, más que la toma del Estado solamente. Y bueno, no me deja dormir el hecho de que estamos lejos de una y otra opción; más, cuando el sistema tiene tomadas y bien aceitadas sus maquinarias hacedoras de valores y cultura. Me quedo con la Revolución como pregunta ahora. Qué es hacer la Revolución hoy. Por qué no la hacemos. Quiénes pueden y deben hacerla.
«…En el principio es el grito. Nosotros gritamos.
Cuando escribimos o cuando leemos, es fácil olvidar que en el principio no es el verbo sino el grito. Ante la mutilación de vidas humanas provocada por el capitalismo, un grito de tristeza, un grito de horror, un grito de rabia, un grito de rechazo: NO.
El punto de partida de la reflexión teórica es la oposición, la negatividad, la lucha. El pensamiento nace de la ira, no de la quietud de la razón; no nace del hecho de sentarse -razonar- y reflexionar sobre los misterios de la existencia, hecho que constituye la imagen convencional de lo que es ‘el pensador’.
Empezamos desde la negación, desde la disonancia. La disonancia puede tomar muchas formas: la de un murmullo inarticulado de descontento, la de lágrimas de frustración, la de un grito de furia, la de un rugido confiado. La de un desasosiego, una confusión, un anhelo o una vibración crítica…».
¿Por qué no gritamos?