Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Está demostrada la forma en que se pudrió el sistema político guatemalteco por la vía de ese financiamiento electoral que se convirtió en la piedra angular de todo el andamiaje de nuestra supuesta democracia. Los políticos dejaron de interesarse en los temas de país para concretar todos sus esfuerzos en conseguir el pisto indispensable para ganar elecciones y eso dio enorme poder a los que ponen el dinero para la fiesta, al punto de convertirlos de hecho y plenamente, en los auténticos dueños del país porque en esta Guatemala presidencialista quien pone a un Presidente para que sea su títere tiene todo a su favor.
No puede causar ninguna sorpresa que se destape un nuevo caso sobre este tema ni sorprende que, como pasó con Lider y el Partido Patriota, sea otro de los “grandes” el involucrado en las mismas prácticas. En este caso lo único extraño es que haya tomado tanto tiempo y que el mismo Tribunal Electoral que aceleró los procesos de disolución de los otros dos, haya usado distinto rasero para el tratamiento de la UNE. No se puede concebir que, tal y como ha funcionado el sistema, haya algún partido que haya estado en la pelea por el poder que no gozará de financiamientos bajo la mesa. Ni siquiera el que se presentó como nuevo y opuesto a la vieja política, Jimmy Morales, está exento de problemas con el financiamiento sucio de las campañas, tanto así que allí está el origen de su enfrentamiento con la CICIG.
En otras palabras es absolutamente claro cómo funciona el sistema y al ver la realidad del país podemos entender también las consecuencias de esa cooptación que se ha hecho. Guatemala es prácticamente un Estado fallido por la deformación de su democracia mediante el procedimiento anómalo de facilitar a los que tienen recursos (bien o mal habidos, eso no importa) para asumir el poder real y efectivo en busca de sus propios beneficios y forzando al descuido categórico de la búsqueda del bien común.
El caso de la UNE no es mayor o menor que los otros que se han ido conociendo y que sirvieron para corroborar la podredumbre en que nos movemos. Simplemente es consecuencia lógica de la forma en que se opera en el país y que, por lo visto, muchos ciudadanos apañan y toleran como si fuera algo normal y natural.
Por ello es que lo más preocupante de todo es que en estas elecciones también fluirá el dinero, posiblemente en menores cantidades por resabios de temor, pero hay que tomar en cuenta que las reformas legales que redujeron las penas para los financistas no sólo perseguían dar inmunidad a los que ya han sido señalados, sino prolongar la existencia del modelo perverso.
Por ello digo que volverán las aguas a su cauce y hemos de vivir nuevamente bajo el imperio del poder soberano del financista que es el único que cuenta en esta nuestra farsa de democracia. La impunidad para el financista es negocio redondo para ellos y para los políticos que se embolsan el financiamiento.