Mynor Alejandro Alonzo Mencos
El pasado fin de semana, tras participar en cuatro partidos políticos en menos de dos años y postulándose como un “candidato anticorrupción” en un partido propiedad de exfuncionarios corruptos vinculados con el narcotráfico, Nayib Bukele ganó en primera vuelta las elecciones presidenciales a El Salvador (53.027% según cifras oficiales).
Con ese resultado, Bukele se une al grupo de líderes carismáticos que en los últimos años han roto con las dinámicas políticas tradicionales de varios países latinoamericanos utilizando estrategias de comunicación para canalizar políticamente la desconfianza de la población hacia las instituciones públicas y hacia los partidos políticos tradicionales, un fenómeno que ha ido en aumento en la región.
El impacto que el internet y las redes sociales ha tenido en la comunicación política y el alejamiento que las organizaciones partidistas han tenido de las causas populares han sido elementos clave para entender dichos fenómenos.
Tradicionalmente, los grupos de poder aprovechaban los cercos mediáticos creados a través de la cooptación de medios de comunicación masivos para mantener bajo cierto control la opinión social, permitiendo transiciones controladas y estabilizando o desestabilizando gobiernos a conveniencia.
Es esta dinámica la que ha permitido durante décadas que el matrimonio entre los grandes capitales y la clase política mercenaria administre los gobiernos con total impunidad, alejando cada vez más la administración pública de la persecución del bien común.
Bajo esta lógica, los políticos tradicionales podían hacer lo que se les dé la gana en el Gobierno, siempre y cuando no estorbaran a los intereses que los capitales que controlan los medios de comunicación. Aprovechando esto la clase política ha utilizado los fondos públicos para pagarse una vida de lujos y para la consolidación de sus “empresas electorales”.
Sin embargo, las redes sociales han modificado abismalmente la forma en la que nos comunicamos. Nos permiten coincidir con nuestros círculos sociales, pero también en función a intereses. Esto ha permitido romper el cerco mediático y “viralizar” con facilidad opiniones alternativas a la oficial.
Dicha situación ha obligado a cambiar la dinámica de los medios de comunicación tradicional, ya que si continúa apoyando incondicionalmente posturas opuestas a la opinión generalizada, el rompimiento del cerco mediáticos se convierte en desacreditación para el medio. Por eso deben buscar el equilibrio entre quien lo financia y quien lo consume.
El triunfo de Bukele no solo expone el hartazgo de la población hacia las instituciones políticas tradicionales, sino también el cambio en las reglas del juego de la comunicación política.
Esta situación nos plantea incertidumbre y oportunidades para las elecciones que afrontaremos durante 2019 en Guatemala, el resultado dependerá en gran medida de los mensajes políticos (verbales y simbólicos) que se transmitan y el uso que se le dé a las redes sociales. ¿Se sabrán vender las nuevas propuestas políticas o se adaptará mejor la #AlianzaCriminal y su desinformación?