Jorge Morales Toj
jorgemoralestoj@gmail.com
Tenía unos siete años cuando pude vivir mi primer proceso electoral. A mi padre, un experimentado ayudante y piloto de los recordados buses Reyna Utatlán de Quiché, le regalaron unos cuadernos con la imagen del candidato Romeo Lucas García, en aquella época, obtener un cuaderno y un lápiz era una bendición.
Los cuadernos que mi padre recibió en algún lugar fueron básicos para que yo pudiera aprender y leer y a escribir. Aún tengo en mente, que mi madre no quería que usáramos dichos cuadernos por la imagen de aquel militar y mi padre en contraposición, ante la escasez, decía que al final eran cuadernos útiles y que nos iban a servir en la escuela.
Mi madre tenía una vinculación directa con la Iglesia católica y con organizaciones campesinas y era una mujer adelantada para su tiempo, tenía un manejo perfecto de la situación de represión que se vivía en el país. Esa capacidad de mi madre era complementada por mis tíos, especialmente por mi tío Baltazar Toj Medrano, quien fue secuestrado y posteriormente asesinado por el Ejército el 9 de mayo de 1980.
Los cuadernos con la enorme figura del general Romeo Lucas de frente y al fondo la tabla de multiplicar, fueron mis primeros materiales para asistir a mi querida Escuela Tipo Federación Tecún Umán de Santa Cruz del Quiché. El dilema de usar o no usar esos cuadernos con la imagen de un militar represivo, lo resolvimos al paso de las primeras semanas en la escuela.
En medio de las clases, junto a mis amiguitos hacíamos cualquier tipo de dibujos sobre la enorme y temible figura del General Romeo Lucas. En la portada del cuaderno aparecía la imagen del bigotudo general con una enorme gorra llena de insignias militares. Nosotros niños de 8 años le ampliábamos los bigotes, le poníamos lentes obscuros, le pintábamos la boca, lo dejábamos sin dientes etc. Con dibujos más atrevidos, le poníamos unos enormes cachos rojos o unas grandes orejas.
Traigo estos recuerdos, porque las elecciones se desarrollaban en medio de proceso de militarización, clientelismo, muerte, desapariciones, masacres y en los cuales, mi padre siempre fue a votar. Mi padre decía que era un deber con la patria ir a ejercer su derecho al voto y cargaba con delicadez su cédula de ciudadanía y su cédula de vecindad, para poder decirle a los militares en cualquier retén, que él era un ciudadano y que había cumplido con su deber de ir a votar y por lo consiguiente, no le podían retener.
Mi madre, una mujer campesina informada cuestionaba el sistema electoral y nos cantaba una frase de una canción que decía: “No creemos en leyes, gobiernos, ni en partidos y su votación, nuestras luchas y esfuerzos unidos son la mera, mera solución”.
En este nuevo tiempo, el llamado a los jóvenes es a que ejerzan sus deberes y derechos cívicos y políticos sin temor, las épocas de las dictaduras militares se acabaron, ahora vivimos en democracia y tenemos que defender nuestras conquistas democráticas. Que nada, ni nadie nos podrá quitar el sueño de construir una Guatemala mejor para todos.