Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

Nunca he estudiado sobre la ciencia que analiza los textos escritos y, en ellos, la estructura y la evolución de las lenguas y su desarrollo histórico y literario conocida como la filología, ni mucho menos pretendo ser el crítico sesudo sobre las novelas, escritos o poemas de tantas personas guatemaltecas, que inundan nuestra vida de palabras, de música, de arte, de intelectualidad.

Humberto Ak´abal es sin duda uno de estos intelectuales que comprometido con su pueblo, su cultura y su historia logra capturar lo más esencial de la existencia humana. Este poeta escribió que “en este país todo queda lejos: la comida, las letras, la ropa” y no pudo, nunca, un poema tener tanta razón como este y no porque no haya existido otro poeta que hablara sobre la pobreza, la inequidad, la desigualdad que entrañan sus palabras, sino más bien porque me impresiona –al menos términos muy íntimos- como tan pocas palabras pueden convertirse en verdades gigantescas. No pretendo escribir sobre la composición del mismo, sino más bien dejarme llevar por dos razonamientos, el primero la emotividad, que es capaz de levantar un breve y simple poema y segundo la lógica que está detrás de tan pocas, pero profundas palabras.

Lo emotivo se desprende de mi experiencia personal, en los corredores de hospitales nacionales. De niño, tuve que, constantemente visitar el Hospital Roosevelt y con ello convivir con una realidad devastadora de largas esperas, incomodidades, ausencias de medicamentos y luego con los estudios que mis dos hermanos, así como compañeros y compañeras de universidad, realizaron en hospitales del sistema público. Sus historias heroicas plagadas de sacrificios innecesarios, limitaciones y hasta creatividad para brindar el derecho a la salud de las y los guatemaltecos. Emotividad que nace de la última vez, que agredido, tuve que visitar el Hospital General San Juan de Dios y estar de frente a una realidad que dolía más que el golpe.

La lógica que te dice que en este pequeño país, existen millones de personas que viven tan lejos de los alimentos, la vestimenta, la salud, la educación, la vivienda, las letras. Y no sólo se trata de una distancia física medida en kilómetros, se trata de una distancia medida en profundos racismos, en profundas inequidades creadas, construidas por personas, sí, por un pequeño grupo de personas. Esta distancia la conoció el maestro Ak´abal en su integridad y la escribió sin más, sin adornos, pero con tanta belleza que duele y la escribió en su dimensión más amplia, más sentida.

Este país que mata a lo mejor de sí, no da para más, por ellos y ellas, los de las distancias innecesariamente largas habrá que “repartir ojos por todos lados, y agrandar los oídos, pueblo, mi pueblo, pueblo, yo sé que te han negado los libros, pero te alejan más los mentirosos que han usado los libros para engañarte. Alerta, pues, pueblo, ya no más porquería en la Presidencia, ya no más porquería en el Congreso…”

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