Claudia Escobar
Cuando en el año 2015 Juan Guaidó fue electo como diputado pocos imaginaban que él sería la pieza clave para que el régimen de Maduro llegara a su fin. Pero los gobiernos autoritarios y corruptos tarde o temprano terminan. Desde que Hugo Chávez se entronó en el poder, Venezuela fue cayendo en picada en todos los índices de desarrollo. Maduro, –el delfín de Chávez– pretendía continuar en el poder indefinidamente.
Poco a poco la oposición fue ganando terreno en la Asamblea Nacional y Guaidó fue consolidando su liderazgo. Este año los venezolanos cansados del abuso del poder del dictador buscaron en su Constitución la fórmula para sacarlo del poder y desconocer la elección de mayo de 2018, en la cual Maduro fue reelegido. Así que Juan Guaidó fue juramentado por la Asamblea Nacional como presidente en funciones.
Varios países del continente americano han reconocido a Guaidó como el nuevo presidente de Venezuela. El apoyo y reconocimiento de sus vecinos como Brasil, Colombia y Ecuador es de suma importancia para un país que busca encaminarse de nuevo por la senda de la democracia. Pero no se puede pasar por alto que fue Estados Unidos el primero en reconocer la legitimidad del nuevo presidente.
Lo que ocurre hoy en Venezuela es una muestra que cuando se violentan los derechos de los ciudadanos y se rompe con la institucionalidad, se generan situaciones que afectan a los demás Estados.
En Guatemala se ha dicho hasta el cansancio que vamos camino a convertirnos en Venezuela. Al analizar el índice sobre la Percepción de la Corrupción que elabora anualmente la organización Transparencia Internacional y ver que el país está en la posición número 144 de 180, que lo ubica como uno de los más corruptos de América, es momento de pensar en cómo podemos salir del agujero al que nos ha llevado el gobierno de Morales.
Hay un refrán que dice: “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista”.
Morales tiene los días contados en el poder, así que debiera poner sus barbas en remojo, pues abusar del poder que el pueblo le otorgó y violentar la Constitución no es un buen precedente. Quienes le aconsejan que se aísle de la comunidad internacional e ignore las resoluciones de la Corte serán junto a él juzgados por sus actos.
En los momentos más críticos de nuestra historia, la Corte de Constitucionalidad ha sido la institución que ha resuelto los conflictos y nos ha permitido mantenernos dentro del régimen de legalidad. Hoy que estamos en una encrucijada provocada por las decisiones del gobierno, debemos exigir que el Presidente y sus Ministros cumplan debidamente con las resoluciones de la Corte, antes de que Morales lleve al país por un despeñadero.
El problema es que mientras cae, pasará destruyendo la poca credibilidad que los ciudadanos tienen en las instituciones. Aprendamos la lección de Venezuela, aún estamos a tiempo de exigir que el Presidente y sus Ministros cumplan con lo que ordena la Corte de Constitucionalidad.