El terrorismo no se produce únicamente por razones políticas o ideológicas, sino que también es utilizado por quienes viven de la extorsión y necesitan amedrentar a sus víctimas para que cubran las exigencias de los grupos criminales. Ayer en la zona 7 un bus del transporte urbano fue objeto de una acción terrorista cuando una mujer encargada del cobro de la extorsión subió a un bus y en circunstancias no del todo claras, accionó la bomba casera que llevaba, dejando heridos a varios pasajeros y los tripulantes de la unidad de transporte.

Es indudable que quienes se dedican a la extorsión buscan dominar por el terror y para ello reiteran actos de violencia para amedrentar a sus víctimas, justamente lo que constituye un acto terrorista según la definición del término. Desde hace muchos años la población de Guatemala ha estado sujeta a esas acciones y es larguísima la lista de pilotos del transporte público que han muerto como consecuencia de la exigencia. Matando a quien pone alguna resistencia o a quien simplemente no puede pagar, se aseguran que futuras víctimas no se atrevan a desafiarlos.

El caso es que por muchos que sean los avances en la lucha contra la extorsión, que han sido significativos, es muy grande la porción de los habitantes del país que la sufre de manera cotidiana. Precisamente porque se trata de un acto terrorista, en el que se persigue poner de rodillas, aterrorizadas, a las víctimas para que paguen sin chistar, se ha convertido en un jugoso pero también muy sanguinario negocio que afecta a millares de personas que terminan trabajando y produciendo únicamente para cubrir el pago de lo que les demandan las organizaciones criminales que se enriquecen a costillas del temor de la gente.

Desgraciadamente no disponemos de un Estado capaz de garantizar la seguridad a los habitantes del país y por ello es que muchos, desesperados por su situación, prefieren correr el riesgo de la migración, hartos de su inseguridad y de que su vida penda de un hilo porque los delincuentes no se tientan el alma para eliminar a sus víctimas.

Si soberano es quien manda, para miles de guatemaltecos la soberanía está en manos de las pandillas que los tienen de rodillas mientras el Estado no invierte lo necesario ni en seguridad ciudadana ni en justicia, porque todo va a la corrupción. Sin seguridad y justicia no habrá forma de frenar esa ola de terrorismo que se convierte en un drama para quienes la sufren de manera cotidiana sin la menor esperanza de cambio.

Redacción La Hora

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