Luego de que el Ejecutivo guatemalteco gestionó ante Naciones Unidas la creación de la CICIG y que la misma fuera aprobada por el Congreso con el visto bueno de la Corte de Constitucionalidad y que el mismo Morales la alabara local e internacionalmente ofreciendo y realizando la prórroga de su mandato, ayer el Presidente habló de una nueva forma de colonialismo que, según él, existe y pretende cambiar los valores tradicionales de Guatemala en el contexto de un nuevo “orden internacional”.
Ningún organismo o entidad internacional ha venido a interferir con las creencias de los guatemaltecos y la única tradición que se ha tratado de cambiar, no desde afuera sino a solicitud de nosotros, es la de andar robando a diestra y siniestra. Recuerden que el Presidente dijo en una entrevista de televisión que la corrupción era parte de nuestra educación o cultura, y que era algo normal en nuestro medio. Contra esa cínica actitud ante la corrupción obviamente si hay la pretensión de cambiar tan arraigada cultura o formas de actuar que cínicamente se llega a calificar como normal.
Nunca hubo, de parte de CICIG ni de ninguna entidad internacional, alguna iniciativa para legalizar el aborto o para validar matrimonios entre personas del mismo sexo. La única iniciativa que en ejercicio de su mandato propuso CICIG fue la de reformar la Constitución para acabar con el perverso modelo de las comisiones de postulación que, por cierto, ya calientan motores para proponer este año a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de las Salas de Apelaciones para garantizar que siga la pachanga de la impunidad, tal y como han pactado nuevamente con las fuerzas políticas que controlan el Congreso.
El orden mundial ha reparado en el daño que hace a las sociedades la corrupción y cómo los Estados se debilitan y dejan de cumplir con sus fines cuando son cooptados por los corruptos. Ni invierten en seguridad y dejan que las estructuras del crimen organizado se empoderen, ni invierten en desarrollo humano porque todo el recurso se lo reparten en privilegios pactados entre políticos y sus financistas.
El orden mundial entiende que mientras no haya oferta de desarrollo, a causa de la corrupción, no queda otro remedio que el de la migración o el incremento de las pandillas porque al ciudadano honrado se le hace tremendamente cuesta arriba sustentar a los suyos.
El orden mundial repara en los enormes daños de la corrupción y ayuda a combatirla y para ello hasta ofrecen listas de pícaros y eso sí que les es inaceptable.