Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

No puedo quitarme de la cabeza las imágenes que Prensa Libre publicó de la realidad que vive la familia de la niña Jakelin Amei Rosemery Caal Maquin, en Raxhurá, Alta Verapaz, y a pesar de que representan la realidad que viven millones de guatemaltecos, no dejan de impactarme esas imágenes ni la capacidad que como sociedad hemos tenido para ignorar esa realidad.

A mí algunos me dicen que escribo con la izquierda y como con la derecha porque no pueden entender cómo es que teniendo oportunidades (gracias a Dios) me percato de una realidad que muchas veces optamos a no ver, a pesar de que en esa realidad encontramos buena parte de las respuestas a nuestros problemas de crecimiento económico y terribles indicadores sociales.

Si Jakelin hubiera muerto en un cuartito de un aeropuerto tras ser detenida por agentes de migración yendo de vacaciones o a una visita médica, por ejemplo, estoy seguro que muchas personas con poder de incidencia en el país habrían reaccionado diferente al sentir que el hecho pasaba muy cerca de su círculo común y que esa situación podría haberle pasado a cualquier que viaja por esas razones y por esas vías a EE. UU.

En otras palabras, si Jakelin hubiera sido una niña con oportunidades las reacciones sociales de otros que tienen mayor capacidad y presencia en las mesas en las que se toman las decisiones más importantes del país, sin duda alguna habría sido distinta.

Yo veo mucha similitud del caso de Jakelin con lo que pasó en las cárceles y en el Sistema de Justicia previo a junio de 2016. Antes de esa fecha, todos sabíamos del problema de la saturación del sistema y su respectiva cooptación, pero se optó por ignorarlo al estimar que no afectaba a quienes teníamos más oportunidades y en las cárceles solo desfilaban personas con menos facilidades económicas.

Hasta que el problema pegó en la cara y tocó el círculo de más oportunidades, mucha gente se escandalizó y hasta acuñó la tesis que acusar a alguien viola su presunción de inocencia pretendiendo introducir la honorabilidad por decreto de algunos y con eso limitar los procesos de investigación.

Entonces, así como el problema de las cárceles y los tiempos de los procesos pasó desapercibido por años a pesar de las constantes denuncias de muchas personas (principalmente de La Hora), ahora el drama que viven millones también lo dejamos bajo la alfombra porque muchos de los que tienen mayor capacidad de incidir sienten que mientras el drama se viva en aldeas remotas, no es un problema que debamos atender.

Y así como los migrantes son víctimas de su propio éxito en Estados Unidos porque al mandar dinero mantienen artificialmente el consumo de nuestra economía, eso nos hace pensar que económicamente estamos bien y no necesitamos ajustes; si Jakelin hubiera tenido oportunidades no le habría pasado esto y entonces seguiríamos conviviendo con la patética realidad que hoy nos resistimos a enfrentar.

Ya es momento que lo que le pasa a la gente menos privilegiada atraiga la plena atención de quienes hemos sido afortunados con oportunidades que vienen con base en esfuerzos honrados y dignos. Que el drama de millones no sea replica de lo que pasó con la justicia, y que el drama que viven muchos no sea atendido hasta que lo vivamos quienes tenemos acceso a un mundo que los marginados de este país solo piensan en conocer, si migran.

Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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