Danilo Santos
Es usual que en esta realidad burlona que nos toca vivir, los políticos se vistan con ropas ajenas, completamente ajenas a sus ideas, valores y cultura; sonríen, saludan y abrazan a personas que no tienen el valor de ver a los ojos porque en ellos verían la sangre que sus antepasados han derramado, y no me refiero aquí solo a la hija del general con minúsculas, sino a casi cualquiera que va y finge empatía, copian el histrionismo de Morales e intentan hacer sentir a los de abajo, a los condenados, que con Dios y su voto, todo cambiará. Su hipocresía no tiene límites.
Párrafo aparte merecen los que no quieren ser criticados y, además, pretenden castigar a quienes lo hagamos, les tengo noticias, si nos vedan los espacios electrónicos e impresos, quedarán las paredes, la boca en boca, y no pararemos de hablar sobre su latrocinio e ineptitud. Si es necesario escribiremos con carbón en las banquetas y regresaremos a las pintas en las paredes de sus inservibles edificios. Están llevando las cosas al límite de lo tolerable: esta democracia es una vergüenza con los dizque representantes que tenemos. Todo lo resuelven a gritos o con versículos, con amenazas de injerencia y sinsentidos delirantes.
Lo lamentable dentro de todo esto, es que hay tarima para rato, para quienes quieran fingir cercanía con la población y para quienes quieran subirse a desparramar demagogia, dogmas, mentiras, amenazas y ofrecer salvar lo que ellos y ellas mismas han destruido. Repito, hipócritas. Durante décadas, desde el primer gobierno “no militar”, la estrategia de control de la población, su pensamiento y libertad, ha seguido intacto. Antes de eso, era simplemente descarado. El punto es que el sistema está creado para que las masas engañadas, embrutecidas, compradas o lo que es peor, obligadas porque Dios así lo quiere, escoja gobernantes como los que hemos tenido. De qué se ufanan los que ha gobernado hasta ahora, ya vieron los números de pobreza y el lugar que ocupamos como país desigual en Latinoamérica y el mundo, quién o quiénes han sido los responsables de eso: ¿la izquierda? ¿La injerencia de ideologías extranjeras? ¿Quiénes han administrado la Cosa Pública y el dinero que fluye para parar la migración, el crimen organizado y el narcotráfico? La respuesta es clara y sencilla, son los mismos que ahora dicen defender la patria, no quieren ser criticados y se burlan de los pobres que han mantenido en una posición subordinada a través de un sistema educativo sin recursos, con una salud precaria y sistemas de salud paupérrimos, y por sobre todas las cosas, sin la posibilidad de generar pensamiento crítico y poder ver a la cara a cada diputado y diputada, alcalde, ministro, y pedirles cuentas por el estado en el que han sumido al país. Señoras y señores políticos, si su respuesta a los problemas del país es el fundamentalismo y la confrontación, las invocaciones divinas, solo están condenando a la población a más pobreza y exclusión. Hipócritas.