Jorge Santos

jsantos@udefegua.org

Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

Este 9 de diciembre se cumplirán veinte años en que se aprobó la Declaración conocida comúnmente como Declaración sobre los Defensores de los Derechos Humanos; al día siguiente, el 10 se cumplen setenta años de la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Conmemoración importante para la realidad de los Pueblos en Guatemala.

Los setenta años de Declaración Universal de los Derechos Humanos y los veinte años de la Declaración sobre los Defensores de Derechos Humanos son muy importantes para el presente que vivimos, muchas veces alejado de la letra y espíritu de ambos instrumentos. La Declaración Universal se aprobó en un momento en el que había terminado la II Guerra Mundial, se había dado el Holocausto y fenómenos como la desigualdad, inequidad y pobreza campeaban a nivel mundial. setenta años después, con mucha más población que la de 1948, los problemas se han multiplicado, las guerras están al orden del día y la desigualdad e inequidad han crecido a límites nunca vistos, profundizando así la pobreza y pobreza extrema. Todos estos problemas y muchos otros en el ámbito de garantías de derechos humanos en el orden político, social, económico, cultural, ambiental y en muchos otros campos de la vida, han dado paso a cada vez más personas y poblaciones enteras promoviendo y defendiendo su posibilidad de vivir dignamente y en libertad.

Guatemala no es la excepción, es más muchos de los problemas que desean erradicarse, se han agravado considerablemente al paso de estos setenta años. Altas tasas de desigualdad en el ingreso, consumo, en distribución de la tierra, más del 59% de la población subsistiendo en la pobreza, un millón y medio de familias sin una vivienda digna, casi el 50% de la niñez menor de 5 años con desnutrición crónica, a lo cual hay de sumarle un consolidado esfuerzo desde la oligarquía guatemalteca, de imponer un modelo de desarrollo extraactivista fundado en el saqueo de los bienes naturales y la expoliación de la fuerza de trabajo y junto a la elite política, militar y el crimen organizado, gestando una agenda de retroceso en materia de derechos humanos, lo cual representa un grave cierre de espacios de participación política de la ciudadanía.

Es en estos terribles fenómenos que se gesta la emergencia por la defensa de los derechos humanos, desde quienes luchan por la transparencia y contra la corrupción, los que luchan por mejores salarios y reivindican más y mejor presupuesto para garantizar la salud, quienes luchan a favor del pleno reconocimiento de los derechos de las mujeres o de la población LGBTIQ o quienes están en las resistencias pacíficas luchando a favor de la protección del bosque, el agua, sus territorios. Muchas son las deudas del Estado guatemalteco con su población y muchas las esperanzas de construir vida digna por parte de las y los defensores de derechos humanos. Sin ellos y ellas no podríamos allanar el camino en la construcción de democracia, paz, desarrollo, bienestar y dignidad.

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