Con anticipación La Hora publicó ayer cómo se estaba “negociando” la nueva Junta Directiva del Congreso mediante la entrega de plazas a los que apoyaran a los propuestos por el Pacto de Corruptos en una elección en la que realmente no había nada que escoger porque la generalidad, casi el pleno, se encuentra comprometido con ese juego perverso al que el interés nacional y el bien común les hacen los mandados.
Asegurando que cada voto a favor se podía traducir en la asignación de dos plazas en el renglón 022 llegaron a 83 votos, suficientes para mantener en sus puestos a la mayoría de los que conforman la actual Directiva. Una auténtica compraventa realizada en esa plaza en la que han convertido al Congreso, diferente a la plaza como expresión de ciudadanía que se ha ido quedando desierta por la indiferencia de una población que ve cómo avanza el pacto, cómo consolidan posiciones los que pretenden la vuelta impune al pasado.
No creemos que nadie pueda haberse sentido sorprendido con esa elección en el Congreso ni siquiera con la forma en que se fueron aglutinando los votos suficientes para mantener el control de la Directiva, pero sí llama la atención que aquella formidable aplanadora que en septiembre del año pasado pasó de urgencia nacional las leyes de impunidad, atendiendo a la orden que les dio el mismo presidente Morales en su discurso por el Día de Independencia, no se haya podido obtener ahora ni siquiera con ese beneficio que se aseguró a los diputados dispuestos a sumarse.
Y es importante porque denota que al interno del mismo Pacto de Corruptos persisten las diferencias y las que ellos llaman deslealtades de los que se bailan a la hora de votaciones cruciales. Por ello el transfuguismo sigue siendo una asignatura pendiente porque está visto que ese tema al final resulta siendo conveniente para algunos, los suficientes para entrampar las aspiraciones de sus colegas y abrir espacios para que otros, de igual o peor catadura, puedan incorporarse al Congreso.
Los recursos que debieran servir para el impulso de programas que pongan fin a la incapacidad del Estado para atender las necesidades de la población se los reparten en la generación de plazas que son nada más y nada menos que el resultado de una negociación espuria de las que de manera corriente y constante se hacen en el Congreso de la República donde operan los que dicen ser los representantes del pueblo. Fregado tiene que estar nuestro pueblo para aceptar tal tipo de representantes.