Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
Para toda la vida es una expresión que suena a mucho tiempo y se puede mirar como una carga muy intensa. O cuando se presenta en ocasiones de felicidad creer que esta no tiene fin, desentenderse o preocuparse de manera anticipada por encuentro de tal final.
Se sabe que la gente dice que se casa, ama, odia, que tiene una enfermedad, que necesita tomar medicamentos, entre otras cosas, para toda la vida.
Creemos que los hijos, los amigos y otros seres queridos, son o están para toda la vida.
Pero toda la vida es un término bastante relativo y depende de varios factores entre ellos: por ejemplo de la edad; no es lo mismo este para alguien que tiene 20 años que para una persona octogenaria. También se ha de considerar que en la vida existe la incertidumbre como una constante en la cual el futuro no puede predecirse. De manera posible solo se cuenta con el tiempo actual, el instante o el momento que se vive hoy, en el aquí y el ahora. El pasado ya se fue y el futuro de una forma precisa se desconoce.
Además, se habla de toda la vida refiriéndose a la existencia humana en un mundo, que se plantea en extinción, en donde se considera que el planeta tierra tenga un promedio de cien años de vida (-Stephen Hawking-, Científico británico). Que nos advirtió que la especie humana está en riesgo de extinción y que los peligros que enfrenta los ha creado ella misma.
Es de considerar que para toda la vida es producto de un pensamiento narcisista en el cual el ser humano plantea tener el control de situaciones, personas y cosas. Muchas veces procrastinamos pensando que existe tiempo suficiente para hacerlo.
Por lo anterior, situaciones importantes son postergadas para otra hora: Decidimos dejar lo que nos gusta porque podremos hacerlo después, dejamos de cumplir sueños y estos con el tiempo quedan olvidados. Omitimos una visita a un familiar o amigo porque consideramos que podremos realizarla en otro momento y en ocasiones la muerte llega antes.
La vida puede transcurrir como el pasar de agua entre las manos y encontrarnos a nosotros mismos fuera de la interacción con ella. Convertirnos en meros observadores y no ser sus protagonistas.
Las personas llegan a creer tener argumentos y acciones que amparan sus pensamientos y que los mismos son seguidos a modo de órdenes. Es esa limitante narcisista del género humano, por lo cual los pasos hacia la extinción se acortan.