Factor Méndez Doninelli
El Diccionario de la Lengua Española (DLE) dice que ÉXODO es: “Emigración de un pueblo o de una muchedumbre de personas.” Mientras que, EMIGRACIÓN se define como: “Acción y efecto de emigrar. Conjunto de personas que emigran de un lugar”.
Consecuencia de la crisis económica, política y social provocada por el neoliberalismo y la corrupción que padecen los pueblos del denominado Triángulo Norte, Guatemala, El Salvador y Honduras, se ha disparado una crisis humanitaria sin precedentes que deviene en una nueva oleada masiva de emigrantes centroamericanos que buscan llegar a los Estados Unidos de Norteamérica (EE. UU.) en procura de mejores condiciones de vida, seguridad, estabilidad psicológica y material, condiciones que no encuentran en sus países de origen porque están plagados de infortunio, pobreza, desempleo, corrupción, impunidad, violencia y falta de oportunidades para la gente, sin acceso a educación, salud, trabajo, salario y vivienda.
En los últimos setenta años nunca antes presenciamos un éxodo al norte como el que ahora sucede. Caravanas de miles de personas, mujeres, niñas, niños, adolescentes, adultos hombres y personas de la tercera edad, caminan desde sus países en una peligrosa, arriesgada y larga travesía que rebasa los 2 mil 600 kilómetros hasta la frontera norte de la República mexicana. La primera caravana salió de San Pedro Sula, Honduras el 13 de octubre y sucesivamente se han sumado otras más integradas por salvadoreños y guatemaltecos que siguen atravesando el territorio de México.
La Secretaría de Gobernación de ese país, informa que más de 5 mil emigrantes están atravesando esa Nación y asegura que 2 mil 793 personas solicitaron refugio y que alrededor de 500 han pedido ayuda para retornar a su lugar de origen.
Noam Chomsky, académico estadounidense, dijo que los centroamericanos «…huyen de la miseria y los horrores de los que Washington es responsable”.
El reconocido intelectual destaca que estas “personas pobres y miserables, huyen de la opresión severa, la violencia, el terror y la pobreza extrema» en Honduras, Guatemala y El Salvador, tres países «que han estado bajo la dura dominación de EE. UU. desde hace mucho tiempo, particularmente desde la década de los 80, cuando las guerras de terror de Ronald Reagan devastaron particularmente a El Salvador y Guatemala y en segundo lugar a Honduras».
Comparto lo anterior, esos motivos mueven la voluntad de quienes abandonan sus países buscando oportunidades en otras latitudes. Esta percepción discrepa con la retórica y decisiones antiinmigrantes, racistas, xenófobas y aporófobas del presidente Donald Trump, que advierten segregación, represión militar, brutalidad policial, cárcel y hasta la muerte.
Los presidentes de Guatemala y Honduras aseguran que las caravanas son instigadas por personas interesadas en desestabilizar y desprestigiar a sus Naciones, por ello, exigen una exhaustiva investigación.
A lo mejor resulta que Trump sea el artífice, que tras bambalinas promueve las caravanas de emigrantes para persuadir a México y cumplir con lo afirmado antes, en el sentido de que México pague los costos de construcción de un muro fronterizo para impedir el ingreso de emigrantes “irregulares” a territorio estadounidense.
Olvidan los intolerantes y aporofóbicos que la emigración es un derecho de las personas y mientras persista la corrupción e impunidad en estos tres países, se agudicen más las precarias condiciones económicas sociales de millones de habitantes, la diáspora seguirá creciendo, la crisis humanitaria se extenderá y de nada servirán los muros ni las bravuconadas de la presidencia imperial.