Emilio Matta Saravia
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Recién la semana pasada estuve en Brasil, ese gigante latinoamericano que podría ser una potencia mundial de no ser porque padece del mismo mal que aqueja a la mayoría de los países de la región (incluido el nuestro) y que se llama CORRUPCIÓN.
El próximo domingo 28 de octubre en Brasil tendrán una segunda vuelta electoral, en la cual decidirán su futuro para los próximos cuatro años entre los candidatos Jair Bolsonaro (derechista del PSL) y Fernando Haddad (izquierdista del PT). No deja de asombrarme la semejanza entre la coyuntura por la que atraviesa Brasil ahora, y la que tuvimos en Guatemala en las elecciones generales de 2015. En ambos casos se tenía un candidato de derecha con un discurso vacío y populista frente a un candidato de izquierda donde su partido político tenía fuertes señalamientos de corrupción y se le acusaba de querer convertir al país en una Venezuela. También, en ambos casos, la gran mayoría de la población, harta de tanto robo y corrupción de gobiernos anteriores, votó (en el caso de Guatemala) y casi seguramente votará (en el caso de Brasil) en contra de los señalados de corruptos y de querer convertir al país en una Venezuela, como fue el caso de la UNE en Guatemala y es el caso del PT de Lula en Brasil. Y en ambos países, el principal problema que aqueja a la población es la mala situación económica del país.
Tengo esa percepción, ya que de todas las personas con quienes conversé, y que incluían empresarios, profesionales, taxistas, meseros, empleados de tiendas, entre otros, la gran mayoría iba a votar por Bolsonaro, independientemente de su condición social o su ideología. Un amigo me resumió el panorama de forma muy clara: Emilio, debo escoger entre un asno y un porco (puerco), ¿por quién votar?
Desde su lógica, votar por Haddad y el PT significa volver al pasado, votar por un grupo de corruptos que tienen al país en una situación económica más que precaria (donde la mayoría de la población sufre) y que traicionaron a quienes votaron por ellos. Adicional, tienen la impresión de que el PT tiene la intención de entronizarse en el poder, como ha ocurrido en otros países de la región. Según me explicó, Haddad será el títere de Lula. Por otro lado, votar por Bolsonaro significa darle su voto a una persona intolerante, racista y misógina, que desprecia las diferencias y la interculturalidad, y que gobernará con mano dura, algo similar a una dictadura.
Al final, según mi percepción, los brasileños votarán por el candidato que crean que tendrá un mejor programa económico que reactive la economía del país y pueda generar crecimiento y prosperidad. Y creen, en su mayoría, que ese alguien será Bolsonaro, con todos sus defectos. Esperemos que no se equivoquen. Y que el gobernante electo, sea quien sea, les responda como se merecen; no como nos respondió aquí el que se vendía como “ni corrupto ni ladrón”.