Mario Alberto Carrera

marioalbertocarrera@gmail.com

Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

post author

Mario Alberto Carrera
marioalbertocarrera@gmail.com

Con el Gobierno de Jimmy inmorales no sólo recaló la tropa loca sino un ejército de frenéticos dispuestos a acabar con la incipiente democracia, que apenas daba sus primeros vagidos a partir de 1986 -con eso que hemos dado en llamar “alternabilidad en el poder”- dentro de un supuesto juego democrático eleccionario.

Detrás del escenario que se presenta a los ojos de los que ingenuamente creen que todavía los perros se amarran con longanizas, hay una serie de entretelones que los poderes fácticos del país manejan a veces con sutileza diplomática y, otras, con la desfachatez, el descaro y la insania de finales de los años 70 y principios de los 80. Es cuando vuelven a aparecer en escena -de una aparente democracia- las pezuñas y la ponzoña de los viejos CIACS -siempre en posibilidad de renovación- al ritmo de lo que los fácticos poderes de la nación auscultan, como altas o bajas temperaturas de los entes que secuestran, poseen, asaltan o toman económicamente. (No diga cooptar porque ese término en el DLE o DRAE significa elegir).
La asunción de Jimmy (el payaso Inmorales) significó para los poderes fácticos (que se visten a ratos con el disfraz de los CIACS) del país, la eliminación de dos (para ellos) peligrosos elementos: Sandra Torres y Manuel Baldizón. La una dizque por “comunista” y, el otro, porque abriría mercados –en la India, China y quién sabe qué otros países más) que a la oligarquía constituida desde 1492 y luego en 1524, no le convenían ni le huelen bien. Prefieren Taiwán.

Los poderes “genuinos” del país (que no son ni el Legislativo, ni el Ejecutivo ni el Judicial ni la CC ni la PDH) sino la mera macolla del Ejército y las clases económicamente poderosas (o poderes fácticos) alegres y satisfechas con su triunfo al excluir a Baldizón y a Torres, hallaron el campo abierto para entronizar a su clown particular, cada vez más advenedizo y manejable, y lo enfrentaron como un pelele cualquiera a los otros dos elementos que hace unos 5 o 6 meses todavía representaban la posibilidad de un avance hacia la democracia y hacia los tiempos tal vez de Árbenz, tal vez de una reforma agraria capitalista, esto es: la CICIG con Iván Velásquez y el MP. con Thelma Aldana. Su primer objetivo -obviamente al primer mes de la gestión de Inmorales- fue el secuestro y toma del Legislativo con la panda de diputados alevosos que se “transfugaron” al FCN-Nación. Ya tenían (los poderes fácticos) el control del Legislativo y obviamente del Ejecutivo. El Judicial fue cosa de un par de negociaciones y san se acabó el chingaste de democracia que había, si es que eso pudo haber existido en tiempo del comandante Tito Arias.
Tras el exilio obligado de Iván Velásquez, ahora la oligarquía arma la treta de enfrentar a Consuelo Porras con Thelma Aldana. Porque no cabe duda de que, para la vieja burguesía y los antiguos terratenientes del país, Aldana representa una muralla política de absoluta solidez. Y no podrán contra ella.

Artículo anteriorCaravana migrante y Congreso atraen las miradas de lectores
Artículo siguientePreocupa la migración masiva del pueblo hondureño