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POR SONIA PÉREZ D. Y CLAUDIA TORRENS/AP
CIUDAD DE GUATEMALA

Algunos de los más de 3 mil hondureños que conforman la caravana de migrantes que intenta llegar a Estados Unidos ya cruzaron la frontera entre Guatemala y México, donde este país ha comenzado a tramitar solicitudes de refugio para los que aspiran a quedarse allí.

Mientras tanto, la presión de Washington crece hacia todos los países de la región -a los que ha amenazado con restringirles la ayuda-, reforzada con los provocadores tuits del presidente Donald Trump.

Aunque el grueso de la caravana todavía estaba en territorio guatemalteco el jueves por la noche, la cancillería mexicana anunció en un comunicado que ya inició una atención “ordenada” a quienes habían cruzado la frontera.

Horas antes su titular Luis Videgaray, de viaje en Nueva York, pidió ayuda a la ONU para que el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) colabore con México tanto para procesar esas solicitudes como para encontrar una solución permanente para los migrantes hondureños.

“Esto es algo en lo cual convocamos a toda la comunidad internacional a involucrarse. Este es un tema que debe preocupar y ocupar a toda la región, incluso a todo el mundo”, dijo Videgaray a los medios de comunicación tras su reunión con el secretario general Antonio Guterres.

La caravana marchó por sexto día consecutivo rumbo al norte en una jornada que comenzó con varios tuits de Trump llenos de advertencias hacia los países vecinos y de críticas a los demócratas por hacer leyes migratorias débiles.

“¡Debo, en los términos más fuertes, pedir a México que detenga esta embestida, y si no puede hacerlo llamaré al ejército de Estados Unidos y cerraré nuestra frontera sur!”, afirmaba en uno de ellos, en el que parecía ser un paso más en las crecientes amenazas, antes centradas en cerrar el grifo de las ayudas estadounidenses a Centroamérica.

El canciller mexicano restó importancia a los comentarios del presidente de Estados Unidos.

“No hay que darles mayor trascendencia o importancia. Lo que nos importa son los migrantes”, afirmó.

“Yo leo ahí más un debate con la oposición política, con el Partido Demócrata, que realmente un mensaje hacia México o los mexicanos”, agregó en referencia a las elecciones legislativas estadounidenses de noviembre.

El gobierno mexicano ha reiterado que los migrantes serán atendidos conforme a la ley y con respeto a sus derechos humanos: quienes tengan pasaporte o visa podrán entrar, y los que presenten solicitudes de refugio serán atendidos. Los que infrinjan la ley serán deportados.

A la vez mandó refuerzos policiales a su frontera, una decisión que Trump elogió en un nuevo tuit el jueves por la tarde, en el que el jefe de la Casa Blanca retuiteó a una periodista de BuzzFeed con un video en el que se veía la llegada de policías federales y el comentario “Gracias México, esperamos con ilusión trabajar contigo”.

El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, quien se ha comprometido a dar visas de trabajo a los centroamericanos que lleguen al país desde que tome posesión de la presidencia el 1 de diciembre, insistió el jueves en su interés por llevarse bien con el gobierno de Trump y se mostró convencido de poder llegar a acuerdos.

“Nos importa mucho tener una relación de amistad”, afirmó.

La caravana, que parecía haberse dispersado a su paso por Ciudad de Guatemala, donde se veían grupos de gente caminando en fila, otros abordando autobuses o pidiendo a automovilistas y camioneros que los trasladaran, se volvió a agrupar a medida que los hondureños llegaban a Tecun Uman, la última escala guatemalteca antes de cruzar a México.

Pero mientras unos salían de la capital rumbo al norte, otros llegaban. Mauro Verzzeletti, el sacerdote a cargo de la Casa del Migrante de Ciudad de Guatemala, afirmó que tres millares de personas pasaron la noche en los tres albergues habilitados en la ciudad.

“Esta mañana, a las cuatro, emprendieron de nuevo el viaje y están llegando más”, declaró a The Associated Press.

La mayoría de los hondureños que forman parte de la caravana salieron de sus casas de forma espontánea, con poco más que la ropa que llevaban puesta y las pertenencias que pudieron arrojar rápidamente en una mochila.

Y pese a las advertencias lanzadas desde Washington, los migrantes no perdían la esperanza.

“En México nos van a dar una visa de trabajo que dura 40 días”, decía Carlos López, de 27 años.

Henry Tejeda, natural de Puerto Colón, Honduras, aspiraba llegar más lejos.

“Quiero pedir asilo político (en Estados Unidos) y ayudar a mi familia”, dijo.

El hombre, que se paró a un lado de una autopista en el departamento guatemalteco de Zacapa para pedir dinero, contó que dejó a su esposa y a sus cuatro hijos atrás, y que huye de la pobreza y la violencia descontrolada en su país, que tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo. Su madre fue asesinada hace cuatro años y su hermano también fue baleado.

«Aquí llevo los documentos para probar que no miento”, dijo Tejada.

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